La migración coreana en Yucatán. Procesos de integración y movilidad social y geográfica
Resumen
En 1905 llegó a Yucatán un barco con poco más de mil coreanos que fueron contratados para trabajar como jornaleros en 32 haciendas henequeneras distribuidas por todo el estado. Desde una visión histórica en la que se recurrió a fuentes documentales, orales y bibliográficas, este texto tiene el objetivo de desvelar las principales características de la migración coreana, analizando los proceso de integración, así como la movilidad social y geográfica que experimentaron los coreanos a lo largo del siglo XX, incluyendo en el análisis las vivencias de sus descendientes que aún se encuentran viviendo en Yucatán y más particularmente en el municipio de Motul. La dispersión geográfica, la falta de mujeres coreanas y la ausencia de una cadena migratoria fueron algunos de los factores que volvieron particular esta migración histórica.
Abstract
A boat with just over a thousand Koreans arrived in 1905 in Yucatán. They were hired to work as laborers in 32 haciendas henequeneras located throughout the state. From a historical vision in which documentary, oral and bibliographic sources were used, this text aims to reveal the main characteristics of Korean immigration, analyzing the integration process and the social and geographical mobility experienced by Koreans throughout the twentieth century, including in the analysis the experiences of their descendants who are still living in Yucatan and more particularly in the town of Motul. The geographic dispersion, lack of Korean women and the absence of chain migration were some of the factors that turned particular this historical migration.
Keywords:
Koreans, Migration, Yucatan, TrajectoriesCoreanos, Migración, Yucatán, Trayectorias, Motul
Ⅰ. Introducción
El presente trabajo tiene por objetivo contribuir en el análisis de las particularidades de la experiencia migratoria coreana a México, así como de sus descendientes. Cabe mencionar que las conclusiones aquí presentadas se refieren básicamente al estado de Yucatán, ilustrando lo sucedido en el municipio de Motul.1 Partimos de la idea de que se trató de un grupo de personas que llegó a territorio yucateco y que vivió una rápida dispersión geográfica, lo que aunado a la falta de mujeres coreanas y la ausencia de una cadena migratoria, provocó una asimilación cultural, así como un rápido mestizaje con la población yucateca, en especial con la maya. Como veremos esta dinámica migratoria complicó la consolidación de un capital social que en términos de Alejandro Portes (2012) estableciera lazos de solidaridad y apoyo mutuo que resultaran eficaces para alcanzar, como sucedió con otros grupos migratorios, una movilidad social ascendente.2 Portes (2012, 84) explica que las redes sociales no se dan de manera natural sino que se van construyendo mediante prácticas orientadas hacia la institucionalización de relaciones grupales que tienen la intención de aportar otros beneficios tales como recursos económicos o bien aumentar el capital cultural.
Para lo que se refiere al concepto de capital social aplicado al fenómeno migratorio, este autor se basa en la definición que hace Bourdieu y la entiende como un “agregado de los recursos reales o potenciales que se vinculan con la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento o reconocimiento mutuo”(Ibid: 84). Aquí la atención se centra en los beneficios que obtienen los migrantes en virtud de su participación en un grupo cuya base es sobre todo la solidaridad y el apoyo recíproco. Entonces el capital social es generado por el cumplimiento disciplinado de los miembros individuales con las expectativas del grupo. La conducta del actor no está orientada en términos individuales sino que se apega al tejido de las relaciones sociales de la comunidad entera (Portes y Sensenbrenner, 1993, 1325).
El sustento de esta investigación fue en primer lugar la información que se obtuvo en diferentes archivos como el Archivo General del Estado de Yucatán, el Archivo Histórico del Registro Civil de Motul y el Archivo histórico municipal de Mérida. En segundo lugar elaboramos una serie de entrevistas semiestructuradas a los descendientes de inmigrantes coreanos que llegaron a principios del siglo XX, cuya particularidad reside en que a excepción de Javier Corona, todos viven dentro del municipio de Motul. Por último, y no menos importante se encuentran las lecturas bibliográficas. Cabe señalar que la mayoría de los textos que hallamos se centran sobre todo en los aspectos que se relacionan con la organización de la inmigración en Corea, así como en las muchísimas dificultades con las que se encontraron durante los primeros años de su residencia. Otro de los rasgos de las publicaciones sobre la migración coreana es que la mayoría se ha hecho fuera de Yucatán e incluso fuera de México (Kim 1959, Paeck 1968, Park 2006, Nam 2006, Estrada 2000, Patterson 1993, Suh 1995, 2004 y 2014). De hecho Kim Hahkyung (2012, 245), autor de uno de los textos más recientes publicado en Corea, dice que la mayor parte de la escasa literatura sobre esta inmigración está escrita desde una perspectiva coreana, presentada como una historia trágica pero patriótica.
Las investigaciones realizadas en México sobre la inmigración coreana son mucho más actuales y menos numerosas. Así encontramos los textos de Romero Castilla (1995, 1997 y 1999) y las tesis de licenciatura de Corona (2007), Casanova (2008) y Gutiérrez May (2011). De igual manera, señalaremos aquí que este texto se desprende de un proyecto de investigación más amplio en el que uno de los objetivos principales ha sido la comparación de la experiencia de dos de los grupos migratorios más importantes que tuvo Yucatán a principios del siglo XX. Esta es la razón por la que algunas de las aseveraciones aquí presentadas han sido publicadas en algunas revistas académicas en México, pero siempre desde la perspectiva teórica de la historia comparada de las migraciones.
La intención de esta investigación es entonces contribuir en el análisis de las especificidades de la inmigración coreana a Yucatán a principios del siglo XX abarcando primero aspectos de la vida cotidiana y los procesos de integración, para aterrizar enseguida con la experiencia migratoria en un estudio de caso que se refiere al municipio de Motul. Es importante señalar que nuestro estudio incluye el factor tiempo como elemento explicativo que nos ayuda a elaborar un análisis longitudinal que toma en cuenta la trayectoria socioeconómica y la movilidad geográfica de los migrantes coreanos y, por supuesto, de sus descendientes.
Consideramos pertinente, sin embargo, hacer primero una rápida contextualización de la llegada de estos migrantes. Durante el porfiriato (1876-1911) uno de los estados con más despunte económico en México fue Yucatán, gracias al monocultivo del henequén. En ese entonces la producción y comercialización de esta fibra eran clave de la economía del estado y el principal producto de exportación de todo el país. El territorio yucateco estaba dividido en más o menos 1,000 haciendas henequeneras que se encontraban en manos de unas 400 familias. Las desfibradoras procesaban hasta 20 000 pencas por hora produciendo 11 400 toneladas en 1877 y 128 800 en 1910 (Quezada 2001, 164-165).
Uno de los principales problemas para mantener estos niveles de producción era la disponibilidad de mano de obra existente en la región. Katz (1976, 20) argumenta que la falta de trabajadores era resultado del gran número de comunidades indígenas propietarias de tierras con independencia económica y organización propia, cuyos pobladores rechazaban trabajar en las haciendas. Una de las estrategias de los hacendados para incrementar la producción fue el enganche por contrato de mano de obra, procedente, en su mayoría, de otras partes del país, aunque también del extranjero, como jamaiquinos, canarios, chinos y, finalmente los que aquí nos ocupan, los coreanos. La importación de trabajadores extranjeros a Yucatán comenzó desde la década de 1880. Este tipo de migración, sobre todo la de origen asiático, no sólo fue alentada sino hasta financiada por los grandes hacendados henequeneros yucatecos.
La gran necesidad de mano de obra a principios de 1905 tuvo como resultado la organización de la migración de un grupo de poco más de mil coreanos con destino a México. Para alentar la emigración se utilizaron diferentes campañas publicitarias que distorsionaron la realidad, pues se presentaba al país como la “la tierra de las oportunidades”. Los coreanos interesados en emigrar, firmaron un contrato, en el que se comprometieron a trabajar en las haciendas henequeneras durante cuatro años.3 Dadas las características del trabajo a realizar, es probable que la mayoría de ellos no sabían bien a bien a lo que se estaban comprometiendo cuando firmaron el contrato. Los que sí estaban claros fueron los muchos incentivos para motivar la salida con descripciones en los diarios coreanos que prometían que iban a “levantar dinero con la pala” (Park 2006). Paek (1968, 26) sugiere que fue esta propaganda y los buenos resultados que había tenido con anterioridad la inmigración coreana a Hawái, lo que influyó para que se animaran a emprender el viaje a México.
De esta manera los coreanos llegaron todos juntos en 1905 en un barco a Salina Cruz en Oaxaca, de ahí se fueron en tren a Coatzacoalcos, Veracruz, luego en barco a Progreso y finalmente a la ciudad de Mérida en tren. Las autoridades gubernamentales contabilizaron a la llegada a Yucatán 1,014 coreanos,4 mismos que fueron dispersados en 32 haciendas henequeneras donde debieron permanecer 4 años para cumplir con el contrato que habían firmado antes de salir de su país de origen.
Ⅱ. Proceso de integración
Para entender el derrotero de los coreanos y sus descendientes en Yucatán tomaremos una de las premisa de Portes, Fernández-Kelly y Haller (2006, 51) que sostienen que el “contexto es el destino”, y es que estos migrantes se insertaron desde el momento de su llegada en el mundo rural henequenero que constituía el sector más pobre de la sociedad yucateca y que además tenía muy pocas posibilidades de movilidad social.
Desde el momento de su llegada, los coreanos se encontraron con una sociedad diferente, en donde el idioma, la alimentación y las costumbres (además del clima) les resultaron desconocidos. Sin duda los primeros cuatro años fueron los más difíciles debido sobre todo al encierro y a las duras condiciones de vida a las que se tuvieron que enfrentar. Pero no haremos aquí un recuento de las vicisitudes de esos años, pues como ya dijimos, este ha sido uno de los aspectos más trabajados sobre la inmigración coreana. Por el contrario, sin perder de vista el contexto rural que los recibió, trataremos de analizar los cambios que experimentaron al finalizar el contrato, en 1909, como parte de un proceso de integración que se derivó de la imposibilidad del regreso debido a la falta de recursos económicos y a la cada vez más complicada situación económica y política de Corea.5
Uno podría pensar que la vida de los coreanos mejoraría al finalizar el contrato, sin embargo esta no fue del todo una buena experiencia, pues muchos no pudieron evitar encontrarse con serias dificultades de diversa índole. Romero Castilla (1997, 149) señala que el proceso de adaptación de los coreanos fue inmediato, como el aprendizaje de la lengua española y algunas expresiones mayas, sin embargo, al parecer la cuestión del idioma no fue algo tan evidente. Por el contrario les tomó varios años dominarlo, quizás algunos nunca lo hicieron. Por lo que cuentan la hija y el nieto de Pedro Pablo Ham, éste hablaba mal el español y nunca aprendió a leerlo ni a escribirlo, tampoco aprendió a hablar maya, aunque ambos idiomas los entendía a la perfección. La comunicación incluso con su esposa debió ser un tanto complicada pues ella, mayahablante, dominaba poco el español.6
Cierto es que la libertad trajo cambios sustanciales en la vida cotidiana de los coreanos, pero para la primera generación estos cambios no se vieron reflejados en un despunte económico. Por el contrario ahora no tenían donde vivir y en su mayoría tampoco tenían dinero ahorrado, por lo que debieron enfrentarse por primera vez al mercado de trabajo para conseguir un empleo. Unos cuantos pudieron establecerse en la ciudad de Mérida con algún negocio. Los más aventurados decidieron emigrar de Yucatán hacia los estados vecinos como Quintana Roo, Campeche y Veracruz, e incluso hubo algunos que llegaron hasta Cuba. Muchos en cambio, al no tener alternativa, decidieron volver a emplearse en las haciendas, pues para entonces ya se habían acostumbrado a ese trabajo. De hecho, la comida, la cultura y el idioma en esos lugares ya les resultaban familiares. Generalmente los coreanos que regresaron a trabajar a las haciendas lo hicieron por medio de contratistas que casi siempre eran coreanos y que establecían las condiciones, las remuneraciones y la duración de su trabajo. Esta es la razón por la que a partir de entonces los coreanos brincaban de una hacienda a otra. Sánchez Pac (1973, 59), un descendiente de coreano de la segunda generación, escribe en sus memorias:
nosotros como foráneos teníamos que andar de hacienda en hacienda, cuando nos tocaba en una de las grandes, allí residían muchas familias coreanas y por lo mismo, los pasábamos más ameno porque también, se organizaba el templo, la escuela y la comisaría. En las haciendas por lo regular durábamos un año o más, pero en las haciendas chicas, como no era posible amenizar entre los mismos, porque éramos pocos, tratábamos de divertirnos con los nativos, acercándonos de metiches en los velorios, novenarios, bautizos, casamientos y en ocasiones hasta en las ceremonias religiosas que les veneraban alguna imagen favorita.
Al término del primer contrato, los coreanos gozaron de mucho más libertad de movimiento, registrándose idas y vueltas a la ciudad de Mérida. Algunos de los cambios en la vida de estos inmigrantes se pueden corroborar observando la información de los libros de entradas y salidas del Hospital O’Horán. Lo primero que salta a la vista fue la clara castellanización de sus nombres. En el libro del hospital se puede apreciar que los nombres que los coreanos escogieron son bastante recurrentes, de suerte que se pueden encontrar un gran número de Franciscos, de Pedros y de Marías. Lo común era que se cambiara el nombre de pila, conservando el apellido, pero hubo algunos que incluso cambiaron sus apellidos por el de Martínez o García. Creemos que esto correspondió seguramente al inconveniente de ver su nombre escrito de diferentes formas debido a la complicada fonética coreana, 7 pero también y sobre todo, a una estrategia de integración que llevó a la casi desaparición administrativa de su origen asiático, lo cual, cabe mencionar, no fue propia de los coreanos, sino que ya había sido puesta en práctica con anterioridad por los inmigrantes chinos. El problema es que la castellanización de sus nombres volvió complicada la localización de los coreanos en los documentos, pues ¿cómo saber que Marta Lías Palma que nació y vivió en Motul es hija de padres coreanos?
Otro de los cambios importantes que observamos en los libros de entradas y salidas del Hosptial O’Horán tiene que ver con las enfermedades. Durante los primeros años de la estancia de los coreanos en Yucatán, les afectaban predominantemente las epidémicas e infecciosas como la fiebre amarilla, el paludismo y aquéllas gastrointestinales como enterocolitis, embarazo gástrico, fiebre gástrica, etc., lo que seguramente respondía a un proceso de adaptación a la nueva alimentación. Posteriormente, cuando terminó el contrato, siguieron registrándose las enfermedades epidémicas, disminuyeron las gástricas pero aparecieron las venéreas tales como la sífilis y los chancros, lo que podría explicarse por dos factores: el primero es que a pesar de seguir trabajando en las haciendas ahora los coreanos tenían más libertad de movimiento y por ende más contacto con el medio urbano, donde era más común contraer este tipo de enfermedades. De hecho, la mayoría de los que ingresaron al hospital por estos motivos declararon su residencia en la ciudad de Mérida. El segundo factor se relaciona con que una parte bastante importante de los coreanos que llegaron a Yucatán lo hicieron sin sus familias, por lo que llevaban vida de solteros. De los 178 coreanos que ingresaron al hospital entre 1914 y 1916, sólo 28 estaban casados. De éstos, 11 eran mujeres (el total de las que ingresaron) y 17 hombres.
Hasta aquí hemos vistos algunos de los aspectos de la vida cotidiana de los coreanos una vez finalizado el contrato, pero ¿cómo se dio el proceso de integración de estos migrantes y de sus descendientes en Yucatán? Para abordar este análisis seguiremos, como ya mencionamos anteriormente, la perspectiva teórica de Alejandro Portes quién sostiene que uno de los aspectos que resulta común en el fenómeno migratorio en general es la construcción de un capital social y de redes sociales donde la atención se centra en las ventajas que obtienen los migrantes en virtud de su participación en un grupo cuya base es sobre todo la solidaridad y el apoyo mutuo.
Es interesante observar cómo en el caso de la migración coreana en Yucatán resulta casi imposible la utilización de estos conceptos, ya que debido a sus características migratorias este grupo no pudo desarrollar en territorio yucateco, a pesar de los intentos, estas estrategias de organización y hasta de supervivencia de largo plazo. La perspectiva teórica que decidimos utilizar para este análisis nos ayuda entonces a entender algunas de las causas de la lenta movilidad social que experimentaron los coreanos en Yucatán y más particularmente en el municipio de Motul a través de las generaciones.
Fueron varios los aspectos que volvieron difícil la consolidación de estas estrategias de integración. Ribas Mateos afirma que “el análisis de las redes en las migraciones implica reforzar el papel de las familias como agentes migratorios” y la de los coreanos no fue del todo una migración familiar.8 Pong Hyon (1968, 27) identifica 802 hombres y 231 mujeres y niños. Por su parte Hwan Jo (2006, 49) dice que fueron 702 hombres, 135 mujeres y 196 niños y niñas. A la escasa presencia femenina de los coreanos que llegaron en 1905 hay que sumarle el hecho de que la colonia no fue alimentada con la llegada de nuevos inmigrantes, ya que después de aquél barco no se registran más entradas de coreanos a México sino hasta años muy posteriores (cfr Kim 2003). Se observa entonces que los coreanos no establecieron una cadena migratoria que pudiera facilitar la consolidación de una verdadera y extendida comunidad coreana.9 Al contrario la mestización fue una de las principales características, pues entre las prácticas matrimoniales de estos migrantes se distingue el hecho de que las familias no se relacionaron entre sí. De suerte que los árboles genealógicos que pudimos armar con la información encontrada en los diferentes archivos, resultaron ser muy sencillos, pues no van más allá de la segunda generación. Si en algunos casos de la primera hubo matrimonios endogámicos, este no sería el caso para los hijos y mucho menos para los nietos.
Tenemos entonces que la mayoría de los que llegaron fueron hombres solos que hicieron o rehicieron sus vidas familiares con mujeres yucatecas. En el caso del municipio de Motul nosotros encontramos que de los 22 matrimonios que se pudieron identificar, ocho se realizaron entre coreanos y 14 fueron mixtos. Pero lo que resalta más a la vista es que los coreanos se casaron sobre todo con personas de apellido maya (ocho de 14), de ahí que el contexto rural henequenero que los recibió se volvió para muchos en su destino e incluso el de sus descendientes. Si bien es cierto que las niñas coreanas fueron mucho más sometidas a matrimonios arreglados entre los padres coreanos,10 los hombres tuvieron mayor libertad a la hora de escoger a sus cónyuges, sobre todo aquéllos que llegaron solteros, jóvenes y solos.
Entonces la ausencia de una cadena migratoria, la falta de mujeres coreanas y el rápido mestizaje por parte de los varones, aunado al otro aspecto ya mencionado: la dispersión geográfica, dentro y fuera del estado11 e incluso en el extranjero complicaron el establecimiento de redes sociales estrechas entre estos migrantes. Esta dispersión geográfica o ausencia de vida comunitaria se observa claramente en el caso del municipio de Motul donde los encontramos distribuidos por los diferentes pueblos como Timul, Sacapuc, Kini, Covenché y la ciudad de Motul y sin mucha relación entre ellos mismos.
Podemos decir que el proceso de integración que vivieron los inmigrantes coreanos es lo que Michel Kenny (1979, 46) llama asimilación cultural, en la que la mayor parte de los patrones culturales coreanos se desdibujaron, quizá también como una estrategia de integración absoluta ante una sociedad que los estigmatizaba entre otras cosas por ser “amarillos”. El alto grado de mestización con la cultura maya, provocó el cambio, al paso de las generaciones, en sus costumbres, indumentaria, idioma y hasta su alimentación, al grado de que al interior de las familias que tuvimos oportunidad de entrevistar quedan pocos rastros culturales del pasado coreano. Para los descendientes lo coreano es sólo parte de los recuerdos, quedando prácticamente como una característica propia del abuelo o del padre, pero no de ellos mismos, pues ni se identifican como coreanos ni conocen mucho de esa cultura, eso además de que en general no están muy enterados de la historia de sus padres y/o abuelos que vinieron de Corea.
Así encontramos por ejemplo que las hijas de Crisanto Chión sólo sabían que su padre tenía sangre coreana, que había llegado a Sacapuc cuando era un niño y que fue adoptado por un yucateco quien le ayudó a salir adelante.12 Fue en la revisión de los documentos en donde se pudo saber que Crisanto Chión nació en 1918 posiblemente en Kantunil, que era hijo del coreano Miguel Chión y de la mexicana Carmela Canché. En lo que se refiere al coreano Pedro Pablo Ham observamos que los conocimientos de su hijo Agustín son todavía más limitados, pues se separó de su madre yucateca antes de que él naciera, por lo que lo conoció hasta que cumplió ocho años y dos años después murió.13 Cuando le preguntamos al nieto de Pedro Pablo Ham qué sabía sobre Corea contestó “Pues nada, mi mamá como le digo es de por acá y mi papá como es cruza de coreano…”.14 Se puede intuir igualmente que la falta de conocimiento y de identificación de la cultura coreana en las últimas generaciones es también producto del escaso contacto que han tenido con otros coreanos. Esto lo pudimos corroborar con las hijas de Crisanto Chión en Sacapuc, quienes insistieron que él había sido el único coreano que vivió y trabajó en esa hacienda. Cierto que supieron de la existencia de dos familias que radicaban en Timul, el pueblo contiguo, los Kim y los Corona, pero no tuvieron relación con esas familias, sabían de ellas sólo de oídas.15
Ⅲ. Motul: Trayectoria y movilidad socioeconómica y geográfica
Como veremos, no fue la importancia numérica de migrantes coreanos la que nos llevó a escoger el municipio de Motul como unidad de análisis, nuestra elección se desprende sobre todo por la cercanía con la ciudad de Mérida capital del estado, a unos 30 kilómetros al oriente, así como su ubicación en el corazón de lo que fuera la zona henequenera. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX el municipio y en especial la cabecera municipal experimentaban los beneficios que trajera consigo el auge henequenero, de hecho en 1872 la cabecera se convirtió en ciudad y presentó una fuerte actividad económica, social y cultural.
Antes de comenzar esta investigación teníamos la impresión de que muchos de los coreanos que llegaron a Yucatán para trabajar como “enganchados” pudieron haberse instalado en esa región. Esta idea fue de hecho impulsada por las referencias que encontramos en la tesis de Javier Corona, donde se afirma por ejemplo, que “las colonias de coreanos que se formaron en las haciendas de Lepan, Timul, Yaxcopoil, Motul y Kitincabchén fueron numerosas y bien constituidas” 16. En el apartado del testimonio de Amado Corona Kim que se encuentra en la misma tesis también se lee: “en la hacienda de Timul, municipio de Motul, vivía una cuadrilla de 25 ‘paisanos’ todos mayores de edad”.17
Resulta interesante, sin embargo, que el número de los migrantes coreanos que radicaron de manera más o menos permanente en ese municipio no fue tan representativo como se hubiera esperado, pues fueron realmente pocos los que ahí se instalaron. Del informe presentado por el hacendado Rafael Peón al gobernador del estado en marzo de 1906 se observa que ninguna de las 32 haciendas pertenece al municipio.18 Los pocos que se instalaron en Motul lo hicieron en fechas posteriores a 1909, es decir, después de que se diera por terminado el contrato con el que llegaron al país.
Para tener una idea de la composición poblacional del municipio de Motul no perdamos de vista que al igual que en toda la Península, ésta se caracterizaba por sus tintes pluriétnicos en la que aquéllos de origen maya eran los que predominaban. En el censo de 1910 observamos que en lo que se refiere a los extranjeros se registran 136, de los cuales 39 eran chinos, 32 españoles, 20 cubanos, dos franceses, un colombiano, dos árabes, 19 turcos y los que nos ocupan en esta investigación, 20 coreanos. En esta época Motul ocupaba el lugar número cinco en importancia luego de Mérida con 129 coreanos, Ticul con 54, Temax con 37 y Acanceh con 34. Posteriormente, el censo de 1930 registra un descenso de la población extranjera en Motul, 14 chinos, cinco cubanos, dos de Costa Rica, un español y un portugués, 21 libaneses y 18 coreanos.
En cuanto a la condición social de los migrantes coreanos que llegaron a Yucatán en general y a Motul en particular, podemos observar que esta no fue del todo determinante en sus respectivas experiencias migratorias, pues entre los que vinieron de Corea se dice que había funcionarios imperiales, oficiales militares, médicos, instructores militares, inspectores y gente que pertenecía a las clases bajas como sirvientes de palacio, agricultores y trabajadores de granja (Nam 2006, 49). Elisa Kim Pack (Apud Ruiz y Lim Kim 2000, 11), radicada en Cuba, aseguraba que su abuelo había pertenecido a la nobleza y que su espíritu aventurero lo había traído a México. Igualmente, Javier Corona menciona que vinieron algunos soldados coreanos que, “huyendo de la invasión japonesa, se habían filtrado y habían venido a Yucatán”.19
A pesar de sus orígenes sociales, al parecer tan diversos, en las haciendas fueron todos jornaleros con pocos ingresos y con una muy lenta movilidad social. El contexto rural los había absorbido en una de las capas socioeconómicas más bajas de la sociedad yucateca. Así lo reconoce Nam (2006, 167) en su libro pues escribe “la pobreza siempre estuvo con los coreanos”, por lo que para estos jornaleros que día a día sobrevivían con sus ganancias, ahorrar dinero era un lujo. En el municipio de Motul observamos que la mayoría siguió dedicándose a las labores agrícolas con poco acceso a la educación y esto se extendió por varias generaciones. Por ejemplo, el nieto de Pedro Pablo Ham cuenta que no terminó sus estudios en la hacienda de San Nicolás, que llegó hasta tercer año cuando la maestra se jubiló, además de que su papá ya no quiso que siguiera estudiando ya que debía ponerse a trabajar para ayudar económicamente a la familia.20 Fueron realmente pocos los coreanos que se pudieron capitalizar y esos pocos en definitiva tuvieron que cambiar de actividad, es decir dejar las labores agrícolas para establecerse en los centros urbanos y algunos debieron esperar hasta las siguientes generaciones.
Tenemos el caso de Emiliano Corona Kim que tuvo la ayuda de otros coreanos para encontrar trabajo en diferentes haciendas. En principio se podría hablar de la solidaridad entre algunos de los migrantes, sin embargo esta no se logra capitalizar de manera eficaz en cuanto a la movilidad ascendente se refiere, pues al parecer estaban condenados al trabajo mal remunerado. Esa es la razón por la que Emiliano estuvo siempre saltando de un lugar a otro con su familia. Cuenta Javier Corona que de Timul “la familia se trasladó a la ciudad de Mérida en donde trabajando como hojalatero apenas ganaban para la vida.”.21 Las tres hijas se fueron a vivir al Distrito Federal mientras que los tres varones se quedaron en Mérida. Javier es nieto de uno de esos tres varones, es decir que pertenece a la cuarta generación de coreanos que residen en la ciudad capital del estado en la que finalmente ya se puede observar cierta movilidad social, pues nos explica que son nueve nietos, de tres mujeres, dos son profesionistas, al igual que todos los varones.
La rápida dispersión de los migrantes coreanos y sus descendientes complicó el seguimiento de ciertas familias que se pudieron localizar en el archivo del registro civil del municipio de Motul. En total se encontraron 27 actas de nacimiento de descendientes coreanos, 16 residían en Motul, de las cuales cuatro corresponden a las familia Lías Pérez, siete a la familia Kim y Ek (los únicos que siguen viviendo en la ciudad de Motul y de los que hablaremos más adelante), tres a la familia Kim Pool (2 murieron siendo niños), un King Ham y un Kim a secas (quien también murió de niño). Lo único que encontramos de uno de los miembros de la familia Lías Pérez fue que Samuel vivió en Mérida en 1945 y era chofer. De los demás fue imposible localizarlos, ni en Motul ni en la ciudad de Mérida.22 Las otras 11 actas de nacimiento registraron como domicilios la hacienda de San Nicolás y Timul, de las cuales sólo sabemos de Juana Corona Kim que murió siendo niña, pero sus hermanos mayores que nacieron en otros lugares debido a la gran movilidad de sus padres (Tecoh, Oaxaqueña, Coatzacoalcos, Mérida, Izamal Timul etc), vivieron como ya dijimos en la ciudad de Mérida y otros en la ciudad de México. Encontramos asimismo otras dos familias Kim Lei y King Teljan entre las 5 actas de defunción de coreanos, de las cuales tampoco fue posible localizar a sus parientes.
Por último, de las 5 actas de matrimonio que encontramos identificamos también a la familia del ya mencionado Crisanto Chion que se casó en Sacapuc con Florinda Pech. En entrevista con su hija pudimos observar que su situación económica resulta bastante complicada incluso para la continuación de los estudios de los nietos. En resumen, de todas estas familias de las que se obtuvo información en los archivos, en la actualidad solo conocemos el destino de los Kim y Ek en Motul, de los Corona Kim en Mérida y de los Chion Pech en Sacapuc.
Ahora bien, de nuestras incursiones en la región obtuvimos información de otras dos familias. En Cholul conocimos a Dalia Sim Kim que vivió con su familia algún tiempo en Timul. Sus abuelos habían puesto una tienda donde se vendía de todo pero se iban a mudar a Tijuana por lo que su padre, que debido a su oficio de hojalatero ya habían andado por varios pueblos del estado, decidió instalarse en Timul para hacerse cargo de la tienda. Con una interrupción de 2 años en los que vivieron en Tijuana, el padre de Dalia moriría en Timul. Ella al casarse se mudó a Mérida y nos cuenta “cuando ya murió mi papá, mi mamá y mi hermana vinieron a vivir acá y de acá se fueron a Santa Ana California y allá se casó mi hermana y se fue mi hermana a Óregon y ahora vive en Óregon y allá murió mi mamá”.
La otra familia coreana es de apellido Ham descendientes todos del ya mencionado Pedro Pablo Ham Kim y que en la actualidad se extiende por varias localidades aledañas a la ciudad de Motul. Encontramos en esa ciudad a la nieta Ramona, en Suma a la hija Esperanza y al nieto Alberto, y en Kini al hijo Agustín. Pedro Pablo Ham llegó de Corea y fue enviado a la hacienda de Tixcuytún en el municipio de Mérida, donde vivió 10 años y se casó con Emilia Aké con quien tuvo 12 hijos. La vida de Pedro Pablo en Yucatán no se desarrolló dentro de un grupo de migrantes, más bien al contrario, su trayectoria se presenta completamente individualizada. Esperanza Ham nos dice que al salir de Tixcuytún su padre vivió en muchos lados hasta que llegó a la hacienda de San Nicolás en el municipio de Motul. De ahí se fue a trabajar por otros lugares dentro del mismo municipio pero dejando en una situación bastante difícil a su familia. Esperanza cuenta que se separó de su madre que se juntó con otra señora que era viuda, con la que tuvo a Agustín que vive en Kini.23 Agustín no lleva el apellido de su padre y como dijimos sólo convivió con él un par de años. Aunque Agustín conoció a sus hermanos nunca tuvo un contacto cercano con ellos.24
Los descendientes de Pedro Pablo continuaron viviendo y trabajando en el mundo rural como su nieto Alberto, quien nos contó que su papá trabajaba con su abuelo en la hacienda San Nicolás cortando pencas y chapeando, incluso él mismo ahí trabajó como jornalero raspando pencas hasta los 47 años, cuando decidió mudarse a Suma para que sus 6 hijos pudieran continuar con sus estudios primarios.25 La movilidad geográfica de Alberto se terminaría en ese momento, pues hasta la fecha sigue viviendo en aquel poblado y aunque abandonó el campo para convertirse en obrero, no contó con un capital social que le permitiera un mayor ascenso socioeconómico.
Por su parte, la nieta Ramona nos platica que su mamá se fue a alcanzar al abuelo Pedro Pablo que trabajaba siempre de mayoral y vivió con él de hacienda en hacienda de los 7 hasta los 14 años, cuando se casó y se fue a vivir a Motul. Mientras el papá de Ramona trabajaba en su peluquería, la mamá que no había estudiado y no sabía leer hacía tortilla a mano y planchaba ajeno. Ramona sólo estudió la primaria pues cuenta que en esa época su papá decía que las mujeres no debían de estudiar porque se casan y el hombre las tiene que mantener. Vivió su infancia en una casita de paja en el terreno de su padre, pero la comida nunca faltó. Se casó a los 16 años con un panadero yucateco que también trabajó un tiempo en Cordemex y que además sabía de albañilería pues comenta que él construyó una buena parte de su casa. Ella por su parte se volvió estilista. Lo que ganaba su marido era para la comida y lo que ella ganaba era para sus hijos para que estudiaran y para sus cosas. Sus tres hijos terminaron la prepa, uno de ellos tiene un tricitaxi, pero trabajó un tiempo en la Maquiladora Monty. El otro lleva 14 años trabajando en la misma maquiladora y la hija vive en Cancún donde es agente aduanal.26
El ejemplo de Ramona y sus vecinos la familia Kim y Ek en la ciudad de Motul nos sirve para ilustrar mejor la individualización de la trayectoria de los coreanos y sus descendientes, así como la falta de un sentido de comunidad entre los mismos. Ramona nos dice que aunque se conocen no convive con ellos. Los saluda y si es necesario, ella que es estilista, atiende a las mujeres “pero nada más”. Ramona argumenta que la distancia entre estas dos familias, también radica en el hecho de que los Kim y Ek han tenido siempre una mejor situación económica que la suya. “Todos tienen buena casa” y explica que todas las casas que están en la cuadra son de esa familia.27
Un aspecto que resulta interesante destacar es que la situación desahogada de la familia Kim y Ek fue consecuencia directa del matrimonio de Luís Kim con la yucateca Esperanza Ek que era hija de un ganadero en Motul. Luís Kim había nacido en Tekantó y era hijo del coreano Feliciano Kim y de la yucateca Pastora Pool. El contexto rural en el que había llegado su padre se convirtió también el destino de Luís quien siempre fue jornalero. María Luisa Kim y Ek cuenta que en su infancia no pasó necesidades a pesar de que a su papá le gustaban los tragos y las mujeres, pues ahí donde vivía con su familia era una quinta con árboles frutales. Ella se dedicaba a vender las frutas. Esa quinta sería lo que la mamá de María Luisa les dejaría en herencia y donde los hijos construirían las casas en las que viven hoy en día.28
La situación socioeconómica de María Luisa Kim y Ek fue incluso mejor después de casada. Su esposo es un yucateco de Motul que trabajó para una empresa constructora del Distrito Federal. La familia pudo salir adelante gracias a que el marido trabajó durante muchos años fuera de la ciudad de Motul, incluso fuera del estado de Yucatán para esa empresa. María Luisa y su esposo afirman que había que salir de Motul para progresar “porque todos los demás de por acá pues son campesinos y pues nomás el salario mínimo”. Reconocen que eso les ayudó para crecer y educar a sus 7 hijos.29
Ⅳ. Conclusiones
Los coreanos vinieron a México para trabajar como jornaleros enganchados en las haciendas henequeneras de Yucatán insertándose en un contexto en el que las duras condiciones de vida y de trabajo no se hicieron esperar y en donde las posibilidades de movilidad social y de escolarización eran prácticamente nulas. La modalidad migratoria con la que llegaron así como las características propias de esta inmigración, tales como la dispersión geográfica – primero dentro del estado y luego por todo el país, incluso por el extranjero –, la falta de mujeres coreanas y la ausencia de una auténtica cadena migratoria fueron algunos de los aspectos que provocaron una rápida asimilación cultural en la que resalta, sobre todo, el mestizaje.
Como vimos en el recuento que presentamos aquí de algunas de las familias descendientes de coreanos que viven o vivieron en el municipio de Motul, se trata de trayectorias individualizadas en las que el éxito o las dificultades económicas no se dieron dentro de una comunidad organizada. Es decir que aquella migración que llegó a principios del siglo XX no logró construir un capital social ni redes sociales que representaran vínculos eficaces de solidaridad y de apoyo mutuo que les permitiera una movilidad social y económica ascendente desde las primeras generaciones. Aquellos que con el tiempo lograron capitalizarse fue gracias a que pudieron abandonar las labores del campo y se establecieron en un medio más urbano, pero esto en definitiva no constituye una generalidad para los descendientes de coreanos en Yucatán, pues hay muchos todavía en el campo, dedicados a las labores agrícolas.
Notes
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Appendix
Archivos
Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY)
• Fondo Poder Ejecutivo, Sección Gobernación
Archivo histórico del Registro Civil de Motul
• Libros de Matrimonios (1900-1950)
• Libros de Nacimientos (1900-1950)
• Libros de Defunciones (1900-1950)
Archivo Histórico Municipal de Mérida
• Fondo Población
Fuentes orales
Entrevista realizada a Familia Chion en Sacapuc el 10 de junio de 2011.
Entrevista realizada a Agustín Pech en Kini el 20 de junio de 2011.
Entrevista realizada al nieto de Pedro Pablo Ham Kim en Suma el 16 de junio de 2011.
Entrevista realizada a Javier Corona en la ciudad de Mérida el 4 de marzo de 2010.
Entrevista realizada a Esperanza Ham en Suma el 17 de junio de 2011.
Entrevista realizada a Ramona Kim en la ciudad de Motul el 22 de agosto de 2013.
Entrevista realizada a María Luisa Kim y Ek en la ciudad de Motul el 20 de agosto de 2013.