Neoliberalismo y recesión económica en México
Resumen
Este trabajo tiene como fin principal analizar las políticas implementadas en México en el marco del modelo neoliberal y sus efectos sociales y económicos, sobre todo en el aumento en el desempleo y la pobreza. En ese sentido, se enumeran los efectos negativos que ha tenido el neoliberalismo en México desde su implementación en 1982, se señalan algunas cifras sobre pobreza y sus efectos en el rompimiento de las cadenas productivas internas. Sobre todo, a partir de 1986, con la acelerada apertura económica y el ingreso de cientos de empresas al territorio nacional, sin que ello significara una mejora en el bienestar de los mexicanos. La metodología empleada es el estudio de fuentes bibliográficas y el seguimiento histórico de las políticas neoliberales, para de esa forma, señalar sus efectos en la economía. Se parte de la visión de que el neoliberalismo no busca mejorar la competitividad de los países, sino apoderarse de sus recursos naturales estratégicos.
Abstract
Throughout this research, the neoliberal policies implemented by Mexican authorities since 1982 shall deeply in order to conceptualize their social and economic effects; particularly, in unemployment and poverty. In this regard, the negative effects caused by the neoliberal are described and analyzed. Especially since 1986, with accelerated economic liberalization and the entry of hundreds of companies into the country, without it meant an improvement in the welfare of Mexicans. The methodology used is the study of literature sources and historical tracking of neoliberal policies, so that way, noting its impact on the economy. It starts from the view that neoliberalism seeks to improve the competitiveness of countries, but to seize the strategic natural resources.
Keywords:
Poverty, Stagnation, Neoliberalism, Mexico, PopulationPobreza, Estancamiento, Neoliberalismo, México, Población
Ⅰ. Introducción
El modelo neoliberal se implementó en México en 1982 y sus políticas han llevado a una polarización de la sociedad, dando como resultado que unos pocos sean dueños de gran parte de la riqueza generada en el país y una mayoría se empobrece cada vez más. Lo anterior se debe a que los pilares básicos del neoliberalismo mexicano han sido la apertura económica y la contención de los salarios, esto ha derivado en la llegada de cientos de empresas ensambladoras y maquiladoras que buscan beneficiarse del bajo costo de la mano de obra.
Sin embargo, las empresas que se instalan en México están desligadas de las cadenas productivas internas por lo que su vinculación con el resto de los sectores es mínima, de ahí que la economía mexicana se encuentre sumida en una recesión desde los años ochenta del siglo pasado. Ello, y los bajos salarios, han generado que en 2015 existan más de 55 millones de mexicanos pobres. La hipótesis que guía este trabajo es: si las políticas neoliberales en México se basan en apertura económica, reducción del gasto público y contención salarial, entonces éstas son las causantes del estancamiento de la economía mexicana, debido al rompimiento de las cadenas productivas internas, y del aumento desproporcionado de la pobreza. Con base en estos, el objetivo de este documento es hacer un recorrido, desde la implementación del modelo neoliberal en México y sus principales políticas, hasta sus efectos en el aumento de la pobreza y la desigualdad.
Ⅱ. Modelo neoliberal en México
Desde los años sesenta del siglo pasado, como gran parte de los países latinoamericanos, México había seguido las recomendaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre promoción del crecimiento y desarrollo económico. Para tal fin, había implementado el modelo conocido como “Desarrollo Estabilizador”. Dicho modelo consistió en un conjunto de políticas económicas y sociales que pretendían lograr el crecimiento económico a partir de subsidios a la producción industrial interna y la promoción de las exportaciones, sobre todo petroleras; al mismo tiempo que se controlaban las importaciones a través de altos aranceles.
No obstante, la caída en los precios del petróleo a fines de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado y la alta dependencia que se tenía de los ingresos petroleros en esos momentos provocaron que el gobierno mexicano estuviera a un paso de suspender el pago del servicio de la deuda; de hecho, en agosto de 1982, México informó a la Tesorería de Estados Unidos, a la Junta de la Reserva Federal de ese país y al Fondo Monetario Internacional (FMI) que no podía cubrir en el corto plazo sus obligaciones financieras, dando así inicio a la llamada crisis de la deuda latinoamericana y el fin del Periodo Estabilizador (Urquidi 2005, 393-394).
Ante tales sucesos, en septiembre de 1982, el entonces Secretario de Hacienda de México Jesús Silva Herzog, firmó un acuerdo con el FMI, donde aceptaba la tutela de ese organismo a fin de implementar una serie de reformas económicas a cambio de nuevos préstamos. De esa forma, Silva comprometió a su país a seguir una serie de medidas económicas dictadas por el FMI y el gobierno de Estados Unidos, que implicaban la instauración del sistema neoliberal.
El gobierno neoliberal entrante culpó al Estado benefactor mexicano de la crisis ya que obstaculizaba la “leal competencia” de las empresas, desestimulaba la producción por fijar control de precios que distorsionaban el mercado (por lo menos en algunos sectores), generar inflación por aumentar el circulante y no fijar suficientes topes al salario. Por lo que, con un nuevo gobierno, México no quedó fuera de las tendencias transformadoras de la economía mundial y a los cambios orientados por el neoliberalismo (Chauca 2008, 27).
De esta manera, desde sus inicios, los pilares fundamentales del neoliberalismo en México fueron la privatización de empresas públicas, la desregulación y liberalización económica, la apertura exterior, menor participación del Estado en el proceso económico, reducción del gasto público en los renglones sociales y la estricta contención salarial (Ornelas 1995, 3).
Y es que, los neoliberales mexicanos sostienen que los problemas de la economía mexicana fueron resultado de la regulación del Estado y de los subsidios del gobierno a los servicios públicos, lo cual alteró las leyes del mercado induciendo la fuga de capitales y detonando la crisis de los años ochenta del siglo pasado. Por ello, se promovió la reducción y austeridad del Estado y la no intervención o regulación de las actividades económicas, subordinando la política económica a los objetivos de estabilización monetaria y financiera; es decir, dejando al Estado el papel de mantener la estabilidad macroeconómica en beneficio de los inversionistas (Flores 2006, 279).
Ⅲ. Políticas neoliberales en México
A partir de diciembre de 1982 la política económica aplicada en México ha tenido como objetivo la estabilidad macroeconómica y la libre competencia, como base para la recuperación económica. Siguiendo los lineamientos del Consenso de Washington, la política económica se ha basado en cuatro ejes principales:
- 1. La estrategia monetaria, con una fuerte contención de la masa monetaria y la reducción gradual del salarial real, como políticas para controlar la inflación
- 2. Reducción del gasto social. Se eliminaron los subsidios a los productos de la canasta básica, al transporte y financiamiento a la vivienda popular
- 3. La política de apertura financiera, que implica la no regulación de la banca ni de la Bolsa de Valores
- 4. Tal vez el pilar más importante, la apertura comercial, para lo cual México se adhirió en 1985 al Acuerdo General Sobre Aranceles y Comercio (GATT por sus siglas en inglés)1
Sin embargo, los resultados alcanzados por dichas políticas han quedado muy lejos de las metas oficialmente establecidas. En primer lugar, el control de la inflación mediante la regulación de la masa monetaria y la contracción salarial, si bien temporalmente redujeron la inflación, esas estrategias afectaron negativamente el comportamiento de otras variables macroeconómicas fundamentales.
Agregado a lo anterior, el deterioro salarial, además de empobrecer a los trabajadores, ha contraído la demanda interna que afecta a las pequeñas y medianas empresas. Es decir, las políticas de control de la inflación han frenado el crecimiento económico y empobrecido a gran parte de la población; irónicamente, sin lograr controlar la inflación de manera permanente (Guillén 2001, 228). Además, el control salarial redujo el ingreso real de los mexicanos a tal punto que en 1980 el salario diario era de ocho dólares y para 2015 se ubicó en apenas 4.2 dólares al día, lo cual contribuyó al aumento desproporcionado de la pobreza.
En segundo lugar, tal vez uno de los principales logros para los neoliberales ha sido la reforma del Estado, mediante lo cual se redujo enormemente el gasto social; es decir, la austeridad del Estado consistió en un riguroso ajuste de las Finanzas Públicas, cuya expresión fue la enorme reducción del gasto social perjudicando a los que menos tienen (Sotelo 1993, 45). Todo ello, con la finalidad de redirigir el gasto público hacia el fomento de las actividades económicas privadas y la atracción de inversiones.
En tercer lugar, la estabilidad de los mercados financieros no se ha logrado con la desregulación, pues únicamente ha favorecido la entrada de más de 500 mil millones de dólares en la Bolsa Mexicana de Valores, capital especulativo que sólo aporta beneficios a los dueños de esa inversión.2 En este sentido, el enorme incremento de la inversión extranjera no se ha materializado en un mayor crecimiento económico ya que los capitales invertidos se encuentran desvinculados del sistema productivo nacional; pues gran parte de esas inversiones se dirigen al mercado bursátil, generalmente en instrumentos de deuda pública (Guillén 2001, 226).
De hecho, la enorme participación del sector financiero en el grueso de la economía mexicana se entiende por el hecho de que este sector ha venido otorgando mayores ganancias a las ofrecidas por el sector productivo debido a los problemas de contracción del mercado interno y de falta de competitividad y rezago productivo de las empresas de capital nacional (Huerta 2013, 96-97).
Lo anterior ha dado como resultado que, a partir de la implantación del modelo neoliberal, los mercados financieros son el rubro en que más ha avanzado la desregulación. Ello ha favorecido la multiplicación de instrumentos financieros explícitamente especulativos, que ha provocado el desvío permanente de esos recursos fuera de la esfera productiva y ha llevado a la concentración de la riqueza en favor de las clases rentistas y, como resultado de esa enorme concentración del ingreso, ha aumentado la explotación laboral e incrementado la pobreza extrema en el campo y la ciudad, (Sotelo 1993, 42-43).
En cuarto lugar, el resultado de la tan anhelada apertura comercial ha sido que la pequeña y mediana industria mexicana se redujo en grandes proporciones debido a que la pusieron a competir en desigualdad de condiciones con empresas extranjeras, sin el apoyo del gobierno mexicano (Urquidi 2005, 458). A partir de la apertura, muchas cadenas productivas internas se extinguieron y ha ocurrido una precarización del empleo y la supresión de plazas de trabajo en las ramas más dinámicas de la economía, a tal grado que el 85 por ciento del valor total de las exportaciones mexicanas hacia la Unión Americana en 2012 estaban conformadas por bienes maquilados y petróleo; es decir, mano de obra barata y un recurso natural no renovable.3
La apertura económica favoreció el ingreso de grandes empresas que se han dedicado a importar hasta el 90 por ciento de sus insumos y bienes intermedios, mientras utilizan a México como ensamblador de sus productos, convirtiendo gradualmente a este país en maquilador (Flores 2006, 9). En ese sentido, la apertura comercial benefició mayormente a las empresas trasnacionales, sobre todo de la rama automotriz estadounidense.
Agregado a lo anterior, el hecho que el sector exportador se concentre en unas cuantas ramas y empresas trasnacionales, ha provocado que la capacidad de arrastre de esas exportaciones sobre el resto de los sistemas productivos sea mínima. Más aún, si al valor de las exportaciones de las maquiladoras se les descuenta el valor total de las importaciones de esos bienes intermedios, la importancia del sector exportador para la economía mexicana es mínima (Guillén 2001, 223). De esa manera las políticas implementadas han reforzado el desmantelamiento de la industria, perpetuado la crisis agrícola, reducido aún más los salarios y el incremento desproporcionado de importaciones agrícolas y manufactureras.
A pesar de ello, el discurso neoliberal señala que la promoción de las exportaciones manufactureras, vía liberalización del comercio exterior, arrastraría al conjunto de la economía a una dinámica exportadora; lamentablemente, la apertura sólo ha beneficiado a las grandes empresas que han aprovechado los bajos salarios para abaratar sus exportaciones, mientras que las pequeñas y medianas empresas han tendido a desaparecer (Guillén 2001, 222).
Es decir, con la apertura económica ocurrió un proceso gradual de desmantelamiento de la industria local ya que muchos empresarios mexicanos dejaron su actividad productiva e industrial, que abastecía al mercado nacional, y comenzaron a ser importadores. De esta manera las empresas se transformaron paulatinamente en distribuidoras de productos chinos y de otras latitudes que les reditúan en el corto plazo mayores beneficios. Eso ha provocado que México se vuelva cada vez más dependiente de la producción en el exterior ya que entró en un proceso de desmantelamiento de la industria nacional y cada vez hay menos capacidad de abastecer la demanda interna con bienes producidos en el país.
Sin embargo, a pesar de las reformas implementadas de 1982 a 1990, la economía mexicana aún no lograba la apertura comercial que satisficiera a los grandes capitales trasnacionales, por ello propusieron establecer el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que además atara al pueblo mexicano a las políticas del Consenso de Washington. Con ello, el gobierno mexicano se aseguró que posteriores regímenes no revertieran el proceso de apertura, privatización y desregulación jurídica (Arellanes 2014, 259).
El pretexto del TLCAN era que facilitaría el acceso de las exportaciones mexicanas al mercado de América del Norte; no obstante, se sabe que los tecnócratas neoliberales tradicionalmente han utilizado tratados de libre comercio, a fin de apremiar las reformas estructurales y la ampliación de las políticas del Consenso de Washington, que además son ampliamente favorables para la extorsión trasnacional norteamericana (García 2001, 44).
El TLCAN entró en vigor el primero de enero de 1994 sin que se considerara la existencia de asimetrías económicas, ni las diferencias en cuanto a capacidad tecnológica o productiva entre los países firmantes. Ello trajo como resultado la ampliación de las desigualdades entre México y sus vecinos del norte y el incremento de la dependencia alimentaria y comercial con Estados Unidos.
Ⅳ. Estancamiento económico en México
Desde mediados de 1985, siguiendo las políticas neoliberales sobre recuperación económica, el gobierno mexicano había reducido enormemente el gasto público, devaluado su moneda y eliminado las restricciones a las importaciones (Urquidi 2005, 418). Sin embargo, a pesar de que el primer gobierno neoliberal mexicano aplicó al pie de la letra las recomendaciones del FMI y del Banco Mundial, la recuperación económica durante el sexenio 1982-1988 nunca se logró. En esos seis años, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en promedio fue del 0.2 por ciento anual, lo que provocó una caída del 10.1 por ciento del PIB por habitante.
Más aun, el nulo crecimiento económico, la elevada inflación que escaló desproporcionadamente desde 1982 y el aumento acelerado de pobres en México, demostraron que en realidad las políticas neoliberales aplicadas para sortear la crisis económica de los años ochenta del siglo pasado más que insuficientes, fueron contraproducentes para superar esa crisis (Sotelo 1993, 45). Lo anterior explica el por qué en casi todos los países latinoamericanos el crecimiento económico ha sido escaso durante la etapa neoliberal y ha provocado un claro retroceso del progreso social, beneficiando únicamente a los que ya eran ricos antes de la instauración del modelo (Birdsall y Menezes 2005, 80).4
De hecho, en los años noventa del siglo pasado, se llevaron a cabo la mayor parte de las reformas estructurales impuestas y aun así la región latinoamericana no se caracterizó por un sólido crecimiento económico, sino por estancamiento y un incremento acelerado de la deuda externa global (Urquidi 2005, 450). Más aún, los detonantes de la crisis mexicana de 1995-1996 fueron las políticas de apertura comercial que provocaron un gran déficit en la balanza de pagos.5
Lamentablemente, a causa de esa crisis el gobierno mexicano firmó, en enero de 1995, un acuerdo marco con Estados Unidos, mediante el cual el gobierno norteamericano ofrecía un paquete de rescate financiero por 50 mil millones de dólares; a cambio, el gobierno mexicano establecía como garantía de pago el uso de los recursos provenientes de las exportaciones petroleras.
En suma, el modelo neoliberal en nuestro país ha provocado el desmantelamiento de las cadenas productivas internas, por lo que muchas empresas han desaparecido, esto a su vez ha contribuido al estrechamiento del mercado laboral y a un incremento en el desempleo y subempleo; de hecho, las políticas impuestas por dicho modelo impiden el crecimiento económico en todas las sociedades donde se ha implementado (Bassegio 2008, 435).
A pesar de las supuestas bondades del neoliberalismo, durante el periodo 1983-2014, el PIB mexicano apenas ha crecido a una tasa media de 2.1 por ciento anual, que ha sido insuficiente para que la economía esté en posibilidades de dar ocupación a las nuevas generaciones; sin embargo, bajo el modelo económico precedente al neoliberalismo, en el periodo 1935-1982, el PIB mexicano creció a una tasa media anual de 6.1 por ciento, con lo cual se lograron crear suficientes puestos de trabajo y reducir la pobreza durante ese periodo (Calva 2012, 9).
De hecho, durante el periodo 1951-1970 el producto por habitante crecía a una tasa del 3 a 4% cada año en México, mientras la inflación se mantenía en 3% anual (Lustig y Székely 1997, 3). Lamentablemente, durante el periodo 2001-2005 el crecimiento promedio del PIB mexicano ha sido de apenas 2.2% y; entre 2007-2012, de sólo el 1.1% (el peor desempeño durante los últimos 70 años); además, las breves recuperaciones de la economía mexicana durante la etapa neoliberal han sido mediocres y cortas, combinadas con crisis recurrentes y constantes periodos de recesión (Guillén 2015, 1-2).
Ese estancamiento permanente de la economía mexicana derivó en que, durante el periodo de 1983 a 2010 únicamente se crearon 8.7 millones de puestos de trabajo formales, que representan menos de la tercera parte de los empleos requeridos para satisfacer el mercado de trabajo, ello provocó el rápido incremento del desempleo y subempleo en México (Calva 2012, 10). Ello demuestra la incapacidad del neoliberalismo para generar el bienestar que tanto se pregonaba; aunque, parece que el objetivo de las políticas neoliberales no es de crear un proceso de crecimiento y desarrollo en beneficio de la población, sino de asegurar el dominio de un cierto grupo sobre los recursos del país, como acaba de suceder en 2015 con los energéticos.
Aunque el pretexto para implementar dichas reformas era que éstas harían más competitivo a México; pero, el resultado en materia de política económica, ha sido que las reformas neoliberales han encadenado a los gobiernos mexicanos, de por sí poco nacionalistas, a los designios de Estados Unidos y sus aliados, subastando y despilfarrando los recursos nacionales, sin importar que en 2013 había 55 millones de mexicanos sumidos en la pobreza.
Por lo que, visto desde esa óptica, el neoliberalismo mexicano inició un proceso de desnacionalización y extranjerización de los bienes públicos y un retroceso a las conquistas de los movimientos obreros, y campesinos; es también, una nueva acumulación originaria de capital que combina formas primitivas de extracción y apropiación del excedente y la riqueza social con mecanismos modernos, sean legales o ilegales (Gandarilla 2004, 50).
Ⅴ. Desempleo y pobreza
La propaganda neoliberal señala que sus políticas son necesarias para lograr un sólido crecimiento y desarrollo económico en beneficio de toda la sociedad; sin embargo, los resultados han sido contraproducentes para los mexicanos, pues el crecimiento económico durante esta etapa ha sido insuficiente, lo que a su vez ha estimulado un incremento en el desempleo y la pobreza. Agregado a ello, los costos y efectos negativos de las políticas y reformas neoliberales recayeron sobre las familias y regiones más pobres, ampliando la desigualdad social y territorial en México.
Las políticas implementadas a partir de 1982 fueron poco eficaces en el sector laboral, durante el periodo de 1983-1988, sólo se crearon 1.9 millones de empleos remunerados, cuando la presión demográfica incorpora un millón de jóvenes al mercado laboral cada año, de esa manera, 5.3 millones de mexicanos no encontraron trabajo remunerado durante ese periodo (Calva 2012, 9).
A partir del año 1990 y hasta el 2000 los empleos creados en México apenas sirvieron para dar ocupación a los que ya estaban desempleados, por lo que, en esa década, aproximadamente diez millones de jóvenes no encontraron trabajo; además, se calcula que, en ese lapso, una tercera parte de esos diez millones emigraron a Estados Unidos y el resto se incorporó a la economía informal (Ornelas 2003, 6).
Agregado a ello, durante el sexenio 1989-2003 sólo se crearon 506 mil empleos anuales, mientras el crecimiento demográfico incorporaba 4.8 millones de jóvenes al mercado laboral; más aún, en el periodo 2004-2013, la economía nacional generaba 475 empleos al año, cuando la demanda era de 1.3 millones anuales; además, de 1983 a 2012 el poder adquisitivo de los salarios cayó 71.5%, a tal grado que los salarios mínimos están hoy por debajo de la línea de la pobreza alimentaria (Calva 2012, 10).
De hecho, el salario en México ha crecido a una tasa media anual del 1% durante el periodo 1982-2012, mientras la inflación lo hace a una tasa del 4% promedio anual (Cepeda 2012, 54). Incluso, el mercado de trabajo ha visto reflejado tal fenómeno ya que mientras en 1970 el sector formal de la economía ocupaba al 70 por ciento de los trabajadores, y los restantes 30 por ciento se ubicaban en la economía formal, en 2013 la ocupación en la economía informal pasó al 60 por ciento, dejando el restante 40 por ciento de ocupación en la economía formal (Calva 2012, 11).
Por otra parte, en 1982, el PIB por habitante y los salarios en México eran mayores a los de Corea del Sur; así, mientras en el país asiático el PIB por habitante rondaba los 3 mil 925 dólares al año, el promedio mexicano era de 7 mil 762 dólares. No obstante, después los papeles se invirtieron y en 2012 el promedio del PIB per cápita en Corea es de 20 mil 210.7 dólares; es decir, hubo un aumento del 456.7% del poder adquisitivo de los salarios manufactureros. Por su parte, en México el PIB per cápita apenas llega a 9 mil 755.9 dólares, con una reducción del 38.5% ciento del poder de compra en ese mismo año (Ídem).
Dicho proceso se amplió a partir de la entrada en vigor del TLCAN (1994) que fortaleció la orientación de la economía hacia las exportaciones en detrimento del mercado interno, lo cual hace más vulnerable a la economía mexicana a los ciclos económicos de Estados Unidos y perpetúa los graves rezagos del desarrollo (Flores 2006, 9).
En ese sentido, hasta los años setenta del siglo pasado, el porcentaje de pobres en México había ido en descenso, inercia que se rompió a partir de los años ochenta cuando comienza su tendencia permanente al alza. De hecho, entre 1984 y 1992, los sectores pobres y medios de la sociedad mexicana fueron sistemáticamente empobrecidos por dichas políticas y en ese periodo sólo mejoraron su participación en el ingreso nacional los grupos más ricos (Ornelas 2003, 5).
El elevado desempleo en México y las políticas de estricto control salarial provocaron un aumento en el número de pobres; de esa manera, mientras en 1980 el porcentaje de pobres era del 12%; para el año 2000, alcanzó al 41% de la población; según esas cifras, durante ese periodo el neoliberalismo arrojó cada año aproximadamente a un millón y medio de mexicanos a la pobreza (Urquidi 2005, 490-491). Lamentablemente, en el año 2000 la pobreza afectaba a poco más 40 millones de mexicanos y se concentraba principalmente en 14 entidades.
Con el nuevo milenio creció rápidamente la pobreza y en 2005 el 48% de los mexicanos (50.5 millones) estaban catalogados como pobres, lo más lamentable es que, de esa cifra, 19 millones sufría de carencia alimentaria; es decir, con el ingreso que disponen no pueden ni comprar sus alimentos. De ellos, siete millones habitaba zonas urbanas y 12 millones áreas rurales. Agregado a esto, la pobreza no se logró contener pues el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social en México (CONEVAL) estima que sólo entre 2006 y 2008 más de cuatro millones de mexicanos se sumaron al umbral de pobreza.
Y es que, si bien México ha sido tradicionalmente una nación de claras desigualdades, las políticas del Estado benefactor, durante la etapa de Desarrollo Estabilizador (1960-1981), permitieron que la pobreza tuviera un descenso importante, logrando reducir dichas desigualdades; sin embargo, las políticas neoliberales, que redujeron el gasto social y contrajeron el salario, provocaron un enorme retroceso en el bienestar de los mexicanos y ampliaron esas desigualdades.6
La desigualdad en México, medida a través del coeficiente de Gini, muestra que ésta mantuvo una tendencia a la baja hasta principios de los años ochenta del siglo pasado; así, mientras en 1950 la concentración del ingreso mostraba un índice de 0.52, en 1968 subió a 0.53. no obstante, en 1977 se redujo a 0.49. Sin embargo, una vez que se instaló el neoliberalismo en México, el coeficiente de Gini aumentó en 1989 a 0.53 y en 1994 a 0.54 (Lustig y Székely, 1997, 7,30). Aunque, en los siguientes años tuvo una ligera mejoría pues en 2008 el coeficiente fue de 0.52 (CONEVAL, 2010: 14). No obstante, a pesar de la caída en los salarios reales de -1.1% anual durante el periodo 1990-2008, el coeficiente de Gini tuvo otra mejoría al contabilizar 0.48 en 2012 (OCDE, 2015: 2).
La mencionada reducción en los salarios reales significó que en 2010 se contabilizaran 55 millones de pobres (el 49% de la población); es decir, en ese año uno de cada dos mexicanos era pobre; de ese número, 41 millones eran pobres moderados y 14 millones se hallaban en pobreza extrema (CONEVAL, 2012, s/p).
Finalmente, lo que se observa en toda América Latina es que la ideología y su mercadotecnia dicen una cosa y la realidad señala otra, los únicos beneficiarios de la reforma del Estado que eliminó leyes y reglamentos que impedían la libre explotación de la población es una minoría acaudalada.7 Por lo anterior, se puede argumentar que el neoliberalismo es, antes que nada, una corriente ideológica de los propietarios del gran capital internacional y de las empresas trasnacionales cuyo interés es eliminar los obstáculos, sean gobiernos o competidores locales, que limitan su libre acción depredadora (Flores 2006, 286).
Eso provocó que, en el presente siglo, en todos los países que llevaron a cabo la reforma del Estado y la desregulación de los mercados, el número de pobres se haya incrementado, tanto que la región es una de las de mayor desigualdad social. Aunque no sólo los países en vías de desarrollo han sufrido por la creciente inequidad, pues desde la década de 1980 dicha desigualdad creció significativamente en los países ricos, sobre todo en Estados Unidos, donde en la década de 2000-2010 la concentración de los ingresos rebasó ligeramente el nivel récord de la década de 1910-1920. (Piketty 2014, 15-20).
En ese sentido, el neoliberalismo tiene dos caras, por un lado, promueve la disminución del gasto público social que afecta a los más pobres; por otro lado, se otorgan subsidios a las inversiones, se imponen sistemas fiscales regresivos en favor de los más ricos y se utilizan grandes recursos fiscales para rescatar a los banqueros;8 además, la llamada flexibilidad monetaria sólo ha beneficiado a los bancos, al impedir que se desplome el sistema de pagos. Es decir, el neoliberalismo en realidad apunta hacia la institucionalización de “mercados administrados” en favor de los más ricos (Flores 2006, 276).
Las políticas macroeconómicas llevadas a cabo en México, siguiendo los postulados del Consenso de Washington, por más de 30 años, han generado 60 millones de pobres, de los cuales 25 millones son campesinos que viven en la miseria; siete millones de jóvenes que no pueden acceder a la educación superior y que tampoco encuentran trabajo; un desempleo por encima del 5% anual (Cepeda 2012, 54); estancamiento económico y; creciente desigualdad social y territorial.
Como corolario, se tiene que desde su implementación en México el modelo neoliberal no ha generado un crecimiento económico sostenido, más bien ha provocado un estancamiento económico que ha sumido a gran parte de la población en la pobreza; de hecho, a sus más de 30 años, el actual modelo ha arrojado a la pobreza a más de 55 millones de mexicanos. Sus efectos se pueden resumir en algunos puntos principales y sobresalientes (Chávez 2006, s/p):
• Estancamiento económico
• No creación de empleos formales
• Contracción y deterioro de los salarios reales
• Concentración de la riqueza en algunas familias
• Incremento del flujo migratorio hacia Estados Unidos en búsqueda de trabajo y de mejores condiciones de vida
• Una mayor dependencia de las remesas provenientes de los migrantes
Ⅵ. Conclusiones
Desde su implementación en México, el neoliberalismo ha tenido como ejes principales la reducción sin precedentes del gasto social, la apertura económica y la contención salarial, como estrategias para mejorar la competitividad. Más aún, en los más de 30 años de neoliberalismo existen más de 55 millones de mexicanos sumidos en la pobreza. Por lo tanto, la hipótesis planteada se comprueba pues estas políticas han sido las causantes del aumento en la pobreza y la desigualdad social y territorial.
En el marco del neoliberalismo también llevó a la privatización de bienes públicos, a través de la venta de la mayor parte de las empresas gubernamentales a fin de hacer competitiva a la economía mexicana; sin embargo, la venta de empresas sólo aumentó la concentración del ingreso en México pues benefició a un grupo de empresarios vinculados al gobierno. Sin embargo, visto desde otra óptica, la política económica aplicada en México ha sido muy benéfica para las grandes empresas trasnacionales que se han visto favorecidas por los bajos salarios y la apertura comercial que les permite exportar bienes con un bajo costo de producción.
En ese sentido, el mantenimiento y ampliación de las políticas del Consenso de Washington hacen suponer que en realidad no tienen como objetivo rescatar a la economía mexicana, sino que son requisito del gran capital internacional para apropiarse de los recursos de los mexicanos e incrementar la explotación de la población. Además, México se ha desindustrializado y se han desarticulado muchas cadenas productivas, lo que ha derivado en que ahora se es más dependiente la economía norteamericana y de las decisiones de las empresas trasnacionales.
En ese sentido, el modelo neoliberal en México ha llegado a una etapa de agotamiento y las reformas planteadas en 2015 o serán suficientes para lograr la recuperación económica, más bien, éstas serán contraproducentes y tendrán como resultado un mayor incremento en la pobreza.
Notes
Referencias bibliográficas
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