Institute of Iberoamerican Studies
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이베로아메리카 - Vol. 18, No. 1, pp.129-164
ISSN: 1229-9111 (Print)
Print publication date Jun 2016
Received 30 Apr 2016 Revised 15 Jun 2016 Accepted 20 Jun 2016

De la lengua vulgar a la lengua cultural: estudio sobre el proceso de la formación del castellano como lengua literaria en la primera mitad del siglo XVI

ChungDong-Hee*
From the Vernacular Language to the Cultural Language: Study on the Formation Process of the Castilian as Literary Language in the First Half of the Sixteenth Century

Resumen

En los albores del Renacimiento español, la reunificación territorial, la construcción del estado moderno y el descubrimiento del nuevo mundo, junto con el apoyo prestado a las letras por los Reyes Católicos generaban la renovación lingüística y, como consecuencia, un nuevo punto de vista de la lengua nacional. Además, el orgullo nacional, la ignorancia del latín de los intelectuales españoles en comparación con los italianos, la popularidad de las obras escritas en lengua vulgar, y el deseo de elevar el castellano al nivel de que el latín había gozado hasta entonces impulsaban a escribir en castellano. Respecto a la calidad del castellano, la conciencia de los intelectuales se divide en dos. Una pretende elevar el castellano al mismo nivel que el latín reconociendo la inferioridad de aquel a este. Otra es considerar que el castellano no es vulgar por sí mismo sino por la tradición vulgar, por lo cual mediante el ejercicio e imitación de los buenos modelos escritos en castellano pueda ser la lengua científica y literaria como el latín porque es igual o superior a este. Este fervor de renovar el castellano y elevarlo no es solo un reflejo del orgullo nacional sino también uno de los espectáculos intelectuales más luminosos en el Renacimiento español.

Abstract

At the dawn of Spanish Renaissance, the territorial unification, the construction of the modern state and the discovery of the new world, together with the Catholic Monarchs’ support to the national culture, generated linguistic renewal and a new point of view about the national language. In addition, national pride, Spanish intellectuals’ ignorance of Latin compared with the Italians, the popularity of vernacular literature and the desire to elevate Spanish to the level that Latin had until then, was motivation to write in Spanish. Regarding the quality of Spanish, the intellectuals’ consciousness is divided into two. One tries to raise Spanish to the same level of Latin recognizing the inferiority of the vernacular language. The other is to consider that Spanish is not vulgar in itself but by the vulgar tradition. This means that through the exercise and imitation of good models written in the vernacular language, Spanish can be a scientific and literary language like Latin because it is equal to or superior to Latin. This fervor to renew and enhance Spanish is not only the reflection of national pride but also one of the distinguished intellectual panorama in the Spanish Renaissance.

Keywords:

Renaissance, Vernacular Language, Spanish, Latin, National Literature

Renacimiento, Lengua Vernácula, El Castellano, El Latín, Literatura Nacional

Ⅰ. Introducción

En 1481, Antonio de Nebrija sacó a la luz las Introductiones Latinae bajo la influencia de Elegantiae linguae Latinae(1471) de Lorenzo Valla y Rudimenta Grammatices(1473) de Nicolaus Perottus. Impresionada por este libro, la reina Isabel, gran impulsora de los latinos y protectora de los estudios humanísticos, le solicitó en 1485, a Nebrija la reedición y la traducción de este no solo para las monjas de clausura sino también para el público no acostumbrado a la lengua de Cicerón. El año siguiente, se publicaron en Salamanca las Introducciones latinas conrapuesto el romance al latín como resultado de dicha petición de la reina. Seis años después, al acabar la Reconquista, Nebrija publicó la Gramática de la lengua castellana, su opus magnum, motivado por el orgullo nacional y el cambio drástico de la circunstancia socio-histórica. No obstante, cuando el gran humanista andaluz le entregó una muestra de esta obra inmortal, la reina que le había pedido la traducción de las Introductiones Latinae a la lengua romance para un público más amplio, no se daba cuenta de la finalidad de esta y preguntó para que se pudiera aprovecharla.

Este episodio no es una mera anécdota; a través de la actitud de la reina Isabel —una de las figuras más destacadas en la historia del desarrollo cultural español— frente a la nueva circunstancia política, cultural y lingüística nos revela una situación conflictiva en la sociedad de los intelectuales con respecto al uso de la lengua vernácula como la lengua cultural. Esta situación ambivalente es un reflejo de la creencia de los doctos españoles de que, como dice Ruiz Pérez(1987, 18-19), a pesar de que el castellano se imponga al servicio de la comunicación y la extensión de los conocimientos no tiene suficiente calidad para constituirse él mismo como objeto de conocimiento, sujeto a las reglas del arte, al dominio de la gramática.

Una de las características más destacadas del Renacimiento es, como es muy bien sabido, la recuperación del espíritu antropocéntrico a través del redescubrimiento del mundo greco-romano. El Renacimiento, pues, coincide con el período lleno de la pasión por el estudio del latín y del griego. Los humanistas creían que en estas lenguas existían los únicos modelos de perfección y hermosura literaria, por lo cual las lenguas clásicas, especialmente el latín, eran el único transportador de la alta cultura. Los latinistas insistían en que la excelencia literaria solo podría adquirirse mediante escribir en la lengua latina; en cambio, las obras escritas en la lengua vulgar, forjada por los pueblos que los romanos habían calificado de bárbaros, solo traerían la atención y aprobación de los ignorantes.

Por consiguiente, la base de la filosofía lingüística de los latinistas consistía en la superioridad del latín a la lengua vernácula por su característica estética, científica y cultural. En efecto, los humanistas defendieron hasta finales del siglo XV la superioridad del latín y esta superioridad implicaba que las obras literarias habían de tener su modelo únicamente en la lengua clásica. Pero, podemos encontrar que desde el siglo XIV, brotó una conciencia orientada hacia la literatura vernácula. Junto con el afán del estudio de la lengua latina, surge un panorama significativo en lo que respecta a la nueva actitud sobre la lengua, más detalladamente, sobre la relación entre la lengua vulgar y el latín. Esta conciencia abre una nueva senda para el desarrollo de la literatura vernácula o nacional.

Así, en la dimensión de evolución histórica de las lenguas europeas, el Renacimiento puede marcarse como una época paradójica o contradictoria puesto que aparecieron simultáneamente la pasión por el latín y el apogeo de la lengua vulgar. Este fenómeno tiene gran importancia tanto en el aspecto de la historia de la literatura como en el aspecto de la historia de la lingüística, ya que la auténtica historia de la literatura nacional empezó por medio de la elevación de la lengua vulgar al nivel de la lengua latina. Nuestro estudio, partiendo de este hecho histórico que puede llamarse como “contienda entre el latín y la lengua vulgar”, pretende esbozar el proceso del establecimiento del castellano como lengua literaria y la conciencia lingüística de los intelectuales españoles hacia su lengua materna, a través del examen de los tratados y obras escritas en lengua vulgar en el umbral del Renacimiento español. Para el presente trabajo, nos limitamos a analizar las obras desde finales del siglo XV hasta 1558, último año del reinado de Carlos I, puesto que a lo largo de esta época, la tensión entre el latín y el castellano llegó a su culminación. A través de este estudio con respecto a las obras que adargan el castellano como lengua literaria y cultural, podremos ver un fondo constituyente de la literatura española del Siglo de Oro.


Ⅱ. El surgimiento del nuevo concepto de la lengua

A lo largo del Renacimiento, en Italia, centro del movimiento humanístico, el latín se consideraba como la lengua nacional con igual título que la toscana puesto que había sido hablada por sus antecesores, por lo cual conservar el latín no era más que defender un patrimonio nacional y asegurar la herencia gloriosa del Imperio romano a Italia. Pero en este ambiente político y cultural nació un nuevo sentimiento lingüístico que defendía componer en la lengua vulgar sobre los temas profundos y graves. Es Dante quien aboga por primera vez escribir la obra literaria en lengua romance. En el De vulgari eloquentia (1302-1305), escrita en latín, propone elevar el italiano, lengua vulgar y materna, a la categoría de lengua artística y elegante igual que el mismo latín. Para Dante, los poetas que escriben en lengua vulgar no son inferiores a los que escriben en la lengua latina. La única diferencia entre ellos es que mientras unos escriben sin normas concretas, otros poetizan mediante una lengua ya establecida. Por este motivo, el padre del Renacimiento pone de relieve la necesidad de la imitación de los antiguos.

Doce años después de la gran controversia1) con Pico della Mirandola sobre la metodología de la imitación, Pietro Bembo publica Prose della volgar lingua(1525), obra monumental que ofrece a los poetas del Renacimiento una preceptiva de la poesía en lengua vulgar. En esta obra, codificando la ortografía y la gramática italiana, el gran defensor del ciceronianismo paradójicamente establece a Petrarca como el modelo perfecto y más admirable para el verso toscano, a través de lo cual desplaza el tema de la imitación de autores en latín a las lenguas profanas, y del humanismo clásico al humanismo nacional, y hereda la empresa de Dante de elevar la lengua nacional al mismo nivel del esplendor latino. La novedad de esta obra en la historia de la literatura implica que “al sentido de la recuperación de la tradición clásica tenía que corresponderle, en el plano estricto de la creación poética en romance, una necesidad de establecer para sí el modelo o modelos, que facilitaran la ascensión de ésta al mismo plano que la literatura escrita en lengua latina había adquirido ya gracias al magisterio e imitación de Cicerón y Virgilio”(García Galiano 1992, 206).2) A esta lista de los defensores italianos de la lengua vulgar podemos añadir a Baldassar Castiglione, escritor de Il Cortegiano(1529) y el famoso humanista Sperone Speroni, autor del Dialogo delle lingue(1542).

Este fenómeno nuevo no se limitó a Italia; durante este período, en otros países europeos, los intelectuales no escondían sus anhelos de defender sus lenguas nacionales. En Alemania, Martín Lutero, mediante la traducción de la Biblia(1521) al alemán, posibilitó a los hablantes de alemán leerla por sí mismos en su lengua materna y, a su vez, estimuló la formación del idioma alemán estandarizado. En Portugal, el historiador João de Barros hizo la apología de la lengua vulgar en su Dialogo em louvor da nossa linguagem(1540). En Francia Joachim du Bellay publicó la Déffence et illustration de la langue françoyse(1549), su famosa obra en defensa del francés. En Inglaterra Roger Ascham, mediante el Toxophilus(1545), ampara el inglés como lengua científica y literaria..

España no estaba exenta de esta nueva Zeitgeist. La tendencia hacia la lengua de calle y la literatura vulgar se manifestaba ya, por lo menos, desde el siglo XIII con las obras de Fernando III, Alfonso X y Sancho IV, y ya en el XV, se extendía a todos los tipos de géneros incluyendo la filosofía y la teología(Cátedra 1991, 67-84; Yinduráin 1994, 482). En Toledo los traductores se dedicaron a varios tipos de saber y los publicaron en lengua vulgar y, especialmente, a lo largo del siglo XV, la mayoría de las obras clásicas escritas en latín se tradujeron al castellano. Además, Enrique de Villena pretendió a sugerir las reglas del castellano como ortografía y ortología por medio de su obra El arte de trobar(1433). A este fenómeno, Conde de la Viñaza(1893, XII-XIII) agrega:

En virtud del entusiasmo que despertaba el amor a la lengua castellana veíanse aparecer en España para enriquecimiento de su lengua las obras de Aristóteles y de Cicerón, de Tito Livio, de Planto y de Terencio, de Luciano Samosateno, de Plutarco y de Jenofonte, de César y Salustio, de Horacio y de Ovidio, de Lucano y de Virgilio, vertidas a nuestro idioma con tanta excelencia algunas de ellas, que no faltaron críticos que afirmaran que se hablaba mejor en castellano que en latín. Así también el Marqués de Villena, Nebrija, Simón Abril y otros, al par que popularizaban el cultivo de las humanidades y publicaban el código de sus preceptos, hacían alarde de solicitud con su propia lengua, estudiando su contextura gramatical y sus palabras, escribiendo las reglas de su enseñanza y ensalzando sus admirables perfecciones.

Así, el castellano, mostrando su gran posibilidad de convertirse en la lengua literaria y cultural, paulatinamente había ido adquiriendo la autoridad como lengua oficial reemplazando al latín. Esto no es más que una manifestación de la pujanza de la lengua vulgar frente a la degradación del latín en la nueva sociedad. Esta realidad, como dice Luis Gil Fernández, es el resultado de que por una parte “ni unos ni otros tenían ya suficiente dominio de la sintaxis, el léxico y la fraseología latinas como para redactar media página en la lengua de Cicerón,” y por otra parte “se daban por muy satisfechos si, al menos, lograban expresarse en correcto castellano”(1997, 77).

La exaltación de la lengua profana y su literatura se aclaraba más a finales del siglo XV con la llegada del movimiento renacentista que coincide con el nacimiento del Imperio español. La reunificación territorial, la construcción del estado moderno y el descubrimiento del nuevo mundo, junto con el apoyo prestado a las letras y a la erudición por los Reyes Católicos, fueron los elementos básicos que generaban la renovación lingüística y, como consecuencia, el nuevo punto de vista de la lengua nacional. Además, la ignorancia del latín por parte de los intelectuales españoles en comparación con los italianos y la popularidad de las obras escritas en lengua vulgar, el orgullo nacional, la convicción de la imposibilidad de dominar lengua extranjera mejor que la materna y el deseo de elevarla al nivel de que el latín había gozado impulsaban a escribir en castellano.


Ⅲ. Elevación del castellano mediante la latinización

Como es muy bien sabido, es la Gramática de la lengua castellana(1492) de Antonio de Nebrija que abre el camino hacia la nueva etapa histórica. Para escribir este primer libro dedicado al estudio de la lengua castellana y sus reglas, Nebrija se basa en algunos escritos gramáticos latinos de Prisciano, Donatus, Dimedes y, sobre todo en el Elegantiae linguae latinae(1471) de Lorenzo Valla. En vez de despreciar el latín con el fin de subrayar la superioridad de la lengua castellana, él considera al latín como lengua superior a las otras, y por ello, cuanto más una lengua se acerca al latín, más perfecta es. Pero, a pesar de que tome como antecedentes los libros sobre el uso de la lengua latina, el pensamiento aparecido en su obra es muy diferente porque la motivación de escribirla consiste en su comprensión de que “el momento era propicio para presentar a sus contemporáneos las innovaciones introducidas dentro del marco de la lengua castellana”(García Dini 2007, 22). En el famoso “Prólogo” a su Gramática de la lengua castellana Nebrija no oculta su orgullo de la lengua castellana y de ser el primer escritor de su lengua materna:

I por que mi pensamiento & gana siempre fue engrandecer las cosas de nuestra nación, & dar a los ombres de mi lengua obras en que mejor puedan emplear su ocio, que agora lo gastan leiendo que agora lo gastan leiendo novelas o istorias enbueltas en mil mentiras & errores: acordé ante todas las otras cosas reduzir en artificio este nuestro lenguaje castellano, para que lo que agora & de aquí adelante en él se escriviere pueda quedar en un tenor, & estender se en toda la duración de los tiempos que están por venir. Como vemos que se a hecho en la lengua griega & latina: las cuales por aver estado debaxo de arte, aun que sobre ellas an passado muchos siglos, toda vía quedan en una uniformidad. (100-101)

El maestro de Salamanca recoge la herencia clásica para revitalizar la lengua viva y intenta a elevar la lengua castellana al nivel de la lengua latina. Mientras que los libros modélicos de la obra nebrense enfatizan el latín desde la dimensión cultural, él subraya, desde los aspectos políticos y culturales, la lengua viva que acompaña al imperio recién nacido, y revela el deseo de que los ingenios literarios, los historiadores españoles futuros aprovechen su obra y sigan las lecciones de su obra(110):

En efecto, la Gramática de la lengua castellana influyó en gran medida en la sociedad intelectual, sobre todo en el mundo universitario siendo una de las cumbres del humanismo español. A este respecto García Dini opina que esta obra “actuaría como timón de una nave cuya meta era inducir a los escritores españoles a la redacción de obras en vulgar que habían de servir como vehículo de transmisión de la lengua y cultura castellana a la posteridad,”(2007, 29) y confirma definitivamente(2007, 70):

Ha sido necesario poner en claro que el significado de la actividad nebrense en el marco del castellano, en cuanto lengua natural de los españoles, no está fundada sólo en la mera publicación de sus escritos, casi los únicos por entonces, sino en el entusiasmo y fervor que logró suscitar entre sus compatriotas coetáneos haciendo que también ellos se enfrentaran al problema del castellano en cuanto que lengua nacional, que debía seguir siendo estudiada en muchos de sus aspectos para superar el nivel alcanzado hasta entonces.

Pero el orgullo por la lengua castellana y la nueva visión de la lengua como instrumento político y cultural ya se habían expresado antes de Nebrija. Como insiste Eugenio Asensio, Gonzalo García de Santa María, jurisconsulto de Zaragoza, en el “Prólogo” a Las vidas de los santos religiosos o Vitas patrum(1490) dice:

E porque el real imperio que hoy tenemos es castellano, y los muy excellentes rey e reyna nuestros senyores han escogido como por asiento e silla de todos sus reynos el reyno de Castilla, deliberé de poner la obra presente en lengua castellana. Porque la fabla comúnmente, más que otras cosas, sigue al imperio. (Asensio 1960, 403)

A finales del siglo XV, España logró la definitiva unidad nacional, y con esta abrió un nuevo paso a un largo período de prosperidad en el campo de la política internacional. Esta primera monarca absoluta en la historia moderna necesitó una nueva forma de la cultura que podía reflejar el cambio socio-ideológico. Por lo tanto, el acompañamiento de lengua, literatura y otras artes adecuadas a este cambio fue inevitable.

Estimulados por la publicación de la Gramática de la lengua castellana y por la llegada del humanismo, los intelectuales españoles sintieron la necesidad de cultivar la lengua vulgar junto con su orgullo nacional y reflejaron la actitud progresiva de abrir una nueva época que ocupe sus mentes en sus obras. Ellos consideran sus obras no como mera imitación de los escritos antiguos sino como trabajo precursor al que pueden seguir los autores venideros y, por lo tanto, afirman la importancia y mérito de sus obras. A este respecto, Domingo Yinduráin(1983, 26) opina:

En estos años, al filo del siglo, la idea de estar inaugurando un nuevo ciclo salta por doquier, aparece en todo tipo de obras. Por supuesto, la dependencia del latín (en contenidos, más que en formas) no ha desaparecido, nunca lo hará completamente, pero los autores ya no consideran ahora su labor como mera prolongación o derivación (y, en definitiva, degradada) de los escritos antiguos por ellos manejados; afirman, por contra, la importancia y mérito de su trabajo, gracias al cual abren nuevos horizontes: refunden y sintetizan, sentando con ello las bases para nuevos avances, al mismo tiempo desarrollan el castellano, sermo en que, gracias a ellos, podrán expresarse con elegancia los autores venideros.

Gabriel Alonso de Herrera es uno los precursores más tempranos que muestra esta actitud a principio del siglo XVI. En el “Prólogo” a su Agricultura general(1513), nos encontramos con su pensamiento sobre la lengua vulgar y el significado histórico que tiene su obra en la época:

No entienda ninguno que digo ser yo el primer inventor de esta arte de agricultura, pues della vivieron nuestros antepasados y vivimos nosotros; y della en griego y en latín hay muy singulares libros escritos; Mas digo ser yo el primero que en castellano procuré poner las reglas y arte dello, lo qual cuánto sea trabajoso concordar a las veces discordantes autores, cotejar, desechar, escoger, reprobar algunos usos antiguos y modernos, vustra ilustre señoría lo ve: ponerlo en lenguaje que nunca estuvo, es cosa nueva, y causa admiración. (2)

En este prólogo, Alonso de Herrera defiende su decisión de utilizar la lengua vulgar para escribir un texto científico en la situación de que todavía el latín se considera como lengua adecuada para este tipo de texto. La razón de elegir la lengua vulgar por parte del autor consiste en su anhelo de que su texto sea útil en la vida actual. El gran agrónomo lo escribe para que los receptores que no saben el latín, consulten sin ninguna dificultad de leer. Después de revelar su intención de escribir el texto en la lengua vulgar, como Nebrija, insiste en la incesante utilización de la lengua vulgar y su adaptación a los receptores, mostrando el deseo de que los intelectuales descendientes sigan su camino:

Quiso vuestra muy ilustre señoría, deseando siempre el pro comun, que la lengua castellana no careciese de algo desto: y con razón; porque si todo precepto no se egercita, no aprovecha, sino como muerto que en sepultura está, así está encerrado en el libro; porque mal se podían aprovechar dello las gentes labradoras, que (como arriba dije) apenas saben que cosa sean letras, estando en otro lenguage que a ellos es del todo ageno, siendo para ellos más necesario que para otra manera de gente, porque ellos son los que estos preceptos han de traer al egercicio, y por eso es bien que ellos sepan lo que tantos tiempos ha que les ha sido ignoto. Iten, quiso vuestra señoría darme a mí el cargo dello. Yo, deseando en lo que pudiese dar de mí algún provecho a la gente, no miré tanto el trabajo y dificultad, cuanto lo que podía aprovechar, y tomé carga mayor que mis fuerzas: otros habrá que con más doctrina y con mejor estilo proseguirán los preceptos y reglas desta arte; mas pienso yo no haber hecho poco ser principio en nuestro castellano, y abrir la puerta a otros. (5)

Miguel de Salinas muestra una actitud más patriótica que los autores tratados arriba. En su Rhetorica en lengua castellana(1541), define la lengua castellana como “polida, limada y abundantíssima”. Tras lamentarse por la ausencia de la retórica escrita en castellano frente a la situación de que han sobrado las retóricas en griega y latín, revela el propósito de este libro diciendo que “fue muy bien pensado que para la castellana, no menos abundante que las otras en las maneras de hablar, oviesse arte para se saber aprovechar dellas”(5). En el prólogo, Salinas reconoce la imposibilidad del uso del latín como lengua científica para el análisis de la lengua vulgar, dado el exiguo número de latinistas existentes en España:

La causa es ésta: demás de faltar maestros sufficientes, las artes que hasta aquí se han hecho de rhetórica son en latín muy primo y para deprenderlas y usar dellas presupone muy entero conoscimiento de la lengua latina, y éste ayle en pocos qual conviene, por lo cual no se atreven a començarlo. Y que lo comiencen es tan difficultoso que les causa y hazte perder la esperança y no salen con ello. De manera que, por la falta de la latinidad, la dexan muchos al mejor tiempo: que, con el buen natural que tienen, si tuviessen abundancia de palabras latinas conosciendo el provecho, ellos se darían tan buena maña para saberla que no faltassen Tulios en nuestro tiempo, ni por esso las otras sciencias estarían menos sublimadas. 14

Se trata pues de dar al romance un instrumento de análisis y de organización en romance, apto para los que no han profundizado en el estudio de la lengua latina y son, por ello, incapaces de entender a fondo, y de aplicar al romance, las normas de una retórica escrita en latín. Respecto a esto, lo que propone Salinas es precisamente la posibilidad de trasvasar la teoría retórica en latín al buen uso del castellano, incluso para los que, en posesión de una profunda cultura humanista, son perfectamente capaces de comprender y asimilar un tratado de retórica escrito en latín(14). Después, enfatiza, de nuevo, la necesidad de la retórica escrita en castellano en la vida social puesto que el castellano es la lengua común:

Pues la rhetórica es arte de bien hablar y todos tienen dello necessidad, y según veemos, assí en sermones como en juizios, cartas mensajeras y hablas familares, todos hablen en su común lengua y no en latín, sería bien que uviesse arte de rhetórica en la lengua vulgar porque, a lo menos en Castilla, podríanse aprovechar della los que no saben latín para en castellano, y los que saben latín para en latín y en castellano. (15)

La postura de Salinas implica que se reconoce la lengua de uso, el papel de lengua de cultura, y no solo el de lengua dominante. En su opinión el estrecho ámbito que España reserva a la latinidad no es ampliable; los mismos maestros de latinidad carecen, cuando hablan en la lengua del Lacio, de la libertad y la propiedad de que gozan cuando hablan en romance. En la escena histórica cambiada, pues, es imprescindible la explotación de la lengua apta a esta, pero reservando la necesidad del latín.


Ⅳ. Exhortaciones de la dignidad y supremacía del castellano

A diferencia de las actitudes hasta aquí expuestas que pretendían elevar el castellano al nivel del latín reconociendo la inferioridad de la lengua vulgar, desde el segundo tercio del siglo XVI empiezan a aparecer abundantes libros que defienden y elogian la dignidad del castellano impugnando directamente el privilegio y supremacía del latín como transportador de expresión en materias graves. Pero debemos tener en cuenta que desde mediados del siglo XV surgen, a pesar de su falta de la base teórica, las manifestaciones de la apología de la lengua castellana. Juan de Mena reivindica conceder el mismo privilegio de los antiguos poetas a los poetas modernos que cantan en lengua vulgar. El autor del Laberinto de fortuna insiste en que los hechos heroicos realizados por los modernos tienen el mismo valor que las grandes hazañas de los antiguos, pero que la heroicidad de los modernos cae en el olvido por falta de los autores privilegiados como Homero(Lida de Malkiel 1983, 285).

En 1499, Hernán Núñez de Toledo, latinista famoso y el Comendador Griego, en su Comentario a las Trescientas de Juan de Mena, elogia su excelente capacidad de manejar la lengua castellana y lo considera como un poeta comparable con los mejores poetas latinos:

[. . .] obra varia, diffusa, copiosa, de grand doctrina y no menor eloqüencia, la qual como yo leyesse con attención y considerasse la excellencia del poema, el generoso estilo, las muchas y exquisitas fábulas, las historias recónditas, la copia de sentencias y notables dichos, maravillado de aver cabido en hombre de nuestra nación, segund entonces los tiempos eran, tanta doctrina y tan magnánimo y altíloquo dezir, que affirmo ninguna obra en prosa ni en verso aver sido compuesta en nuestra lengua que con ella se pueda comparar ni de que tantas cosas de erudición se puedan saber, pensé que sería cosa non inútil ni ingrata tomar trabajo de la interpretar, mayormente como a esto allende de la voluntad que yo tenía me incitassen continuas amonestaciones de algunos cuya afeción y amor me era muy noto. (3)

En el prólogo a la segunda edición del Comentario, Núñez nos revela que, para la fácil lectura de los públicos, quitó todo el latín que había puesto antes, dejando solo el castellano por la petición de los lectores(12). Esta actitud de Núñez refleja que la lengua española ya se estableció como lengua cultural entre los intelectuales y, al mismo tiempo, también muestra que el propio autor sintió que su lengua materna tenía calidad suficiente como el lenguaje de la crítica literaria igual que el latín.

Diego Enríquez del Castillo, cronista y consejero real de Enrique IV, en su Crónica de Enrique IV(1504), iguala las acciones de los héroes españoles a las hazañas de los antiguos y lamenta que los españoles olvidan esta grandeza de sus compatriotas puesto que se han dedicado más a la guerra que a la pluma. A fin de “despertar las hazañas” de los héroes españoles, según el cronista, es imprescindible ocuparse de escribir los libros en lengua común para un público más amplio y manifiesta que su objetivo de componer esta crónica no es más que cumplir tal finalidad:

E asi menospreciando lo uno, que famoso nombre les diera, e anteponiendo lo otro que sangrienta muerte traía, dieron exercicio a sus fuerzas, e adurmieron sus memorias. Donde con sobra de sueño pasados, y en silencio dormidos, dexaron entonces los unos muy sepultada su fama, e los otros agora cegada su nombradla, de tal guisa, que ni los pasados lo leyeron, ni los presentes lo saben. A los quales como su negligencia haya sido madrasta, e su menos cuidado enemigo, quise condolido de tan grave pérdida, e sentido del error en que asi cayeron los pasados, despertar las hazañas, decir los famosos hechos de los que agora viven, e son, para que revivan sus nombres, e suene su fama, asi de los buenos para su mayor alabanza, como de los malos para su vituperio. (3)

Esta opinión la comparte Garcilaso de la Vega. El gran poeta renacentista, en la carta a doña Jerónima Palova de Almogávar, incluida en la traducción de Boscán de El cortesano(1534) de Castiglione, se queja del desdén que ha prevalecido entre los intelectuales hacia la lengua vulgar y resalta la necesidad de nuevos modelos escritos en castellano dignos de ser leídos expresando el anhelo de emular los modelos clásicos:

Y también tengo por muy principal el beneficio que se hace a la lengua castellana en poner en ella cosas que merezcan ser leídas; porque yo no sé qué desventura ha sido siempre la nuestra, que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua sino lo que se pudiera muy bien escusar, aunque esto sería malo de probar con los que traen entre las manos estos libros que matan hombres. (74)

En este contexto, Garcilaso estima que la traducción de Boscán de Il cortegiano puede servir como un modelo para cultivar y elevar el castellano:

Y supo Vuestra Merced muy bien escoger persona por cuyo medio hiciésedes este bien a todos; que siendo a mi parecer tan dificultosa cosa traducir bien un libro como hacelle de nuevo, diose Boscán en esto tan buena maña que cada vez que me pongo a leer este su libro o (por mejor decir) vuestro, no me parece que le hay escrito en otra lengua. Y si alguna vez se me acuerda del que he visto y leído, luego el pensamiento se me vuelve al que tengo entre las manos. Guardó una cosa en la lengua castellana que muy pocos la han alcanzado, que fue huir del afectación sin dar consigo en ninguna sequedad, y con gran limpieza de estilo usó de términos muy cortesanos y muy admitidos de los buenos oídos y no nuevos ni al parecer desusados de la gente. (74-75)

También Juan de Valdés, en el Diálogo de la lengua(1535), manifestación de una auténtica toma de conciencia lingüística de este tiempo, no oculta la preocupación por la elevación del nivel de la lengua castellana. En esta obra, uno de los monumentos más destacados que representa con la mentalidad muy moderna esta tendencia histórica consiste en que el autor, a pesar de que no muestre directamente la alabanza del castellano, delibera, en la dimensión cultural, cómo elevar el castellano al nivel del italiano:

Marcio: ¿Cómo no? ¿No tenéis por tan elegante y gentil la lengua castellana como la toscana?
Valdés: Sí que la tengo, pero también la tengo por más vulgar, porque veo que la toscana sta ilustrada y enriquecida por un Bocacio y un Petrarca, los quales, siendo buenos letrados, no solamente se preciaron de servir buenas cosas, pero procuraron escrivirlas con estilo muy propio y muy elegante; y, como sabéis, la lengua castellana nunca ha tenido quien escriva en ella con tanto cuidado y miramiento quanto sería menester para que hombre, quiriendo o dar cuenta de lo que serive diferente de los otros, o reformar los abusos que ay oy en ella, se pudiesse aprovechar de su autoridad. (123)

Según Valdés, el castellano es tan elegante y gentil como el toscano, pero al mismo tiempo, más vulgar por la falta de los textos modélicos escritos con “cuidado y miramiento”. Esta conciencia de la lengua vulgar lleva, por un lado, a la reverencia por la lengua latina y, por el otro lado, al esfuerzo de crear y difundir unos mejores modelos a los que siguen los intelectuales españoles. Por lo tanto, para Valdés, lo que falta no es la lengua castellana misma, sino “el uso que de ella habían hecho los autores”(70).

Valdés admite el conocimiento del latín para un mejor aprendizaje del castellano; el latín no es la mejor lengua o superior a la lengua materna sino una herramienta para mejorarla. Todo lo que tiene el latín también se encuentra en la lengua castellana. Por lo tanto, para Valdés, entre las lenguas no existen inferioridad o superioridad, y lo que dignifica una lengua consiste en la utilización literaria:

Para deziros la verdad, muy pocas cosas observo, porque el estilo que tengo me es natural, y sin afetación ninguna escrivo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que sinifiquen bien lo que quiero dezir, y dígolo quanto más llanamente me es possible, porque a mi parecer en ninguna lengua sta bien el afetación; quanto al hazer diferencia en el alçar o abaxar el estilo según lo que scrivo o a quién escrivo, guardo lo mesmo que guardáis vosotros en el latín. (233)

Alejo Venegas del Busto, una figura eminente del Renacimiento español, en la portada de su Tractado de orthographia y accentos en las tres lenguas principales(Toledo, 1531), muestra su intención de componer este libro diciendo que “es materia de sí prouechosa para toda qualidad de personas que en letras entienden.” Dado que el objetivo de su obra reside en la difusión del conocimiento para todo tipo de los letrados, puede justificarse su motivo de escribirlo en lengua común(“ha escripto el presente tractado en romance castellano para que no menos que los latinos se aprovechen del los que no entienden latín”, García Dini, 101).

Seis años después, Venegas publicó la Agonía del tránsito de la muerte(1537), con ocasión de la muerte de Diego de Mendoza, gran protector de los humanistas, para consolar a su esposa doña Ana de la Cerda. A pesar de que esta obra recibió la influencia directa de la Praeparatio ad mortem(1534) de Erasmo, el autor la redactó en castellano en lugar del latín. En 1543, la tercera edición de esta obra salió con un apéndice titulado “Breve declaración de las sentencias y vocablos obscuros que en el libro del tránsito de la muerte se hallan” en el que glosaba los vocabularios y expresiones del libro insistiendo que el castellano tiene suficiente valor cultural para ser una lengua literaria como el latín. En el capítulo primero de este apéndice, él pone énfasis en la importancia de la lengua castellana y los textos escritos en castellano exponiendo el caso de los romanos que habían despreciado su propia lengua, y considera el menosprecio de la lengua materna no es más que un vicio:

Con mucha razon reprehende Marco Tulio (Libro I. de Finibus), muy magnifica señora, a los Romanos, porque menospreciavan su propia lengua latina y no querían leer libro que no fuese escripto en la griega, como si tanto fuera mayor la esciencia:cuanto menos se entendiera la lengua en que se encerrava. Este vicio de menospreciar la propia lengua se extendió tanto cuasi por todo el mundo, que hasta hoy queda arraigado en la opinión de muchos vulgares. Mas los prudentes, que miran la cosa de dentro, hallan ser verdad lo que en otro lugar escrivió el mismo Marco Tulio (Cic..lib. V), que debaxo de capa vieja muchas veces habita la sapiencia. Es lo mismo que dice el refrán: Debajo del sayal hay al. Por lo cual, pues nuestra lengua castellana es derivada de la lengua romana, de la cual tomó nombre de romance, no es rzaón que se desprecie. (261)

En la misma línea de los preceptistas mencionados, Cristóbal de Villalón, en el prólogo de El scholástico (1538-42) justifica su decisión de escribir esta obra en lengua común de la sociedad subrayando el atributo naturalista del lenguaje propuesto por Platón:

No es escripta la presente obra en latin, sino en nuestra castellana lengua, porque mas façilmente dize el hombre lo que quiere en su propia lengua que en la peregrina, y porque mi intencion fue hazer cosa que todos pudiessen gozar; y como en estremo yo deseare agradar a todos, quise que fuesse en vulgar estilo, porque entendida de todos, a todos igualmente deleyte y de gusto y sabor; allende que la lengua que Dios y naturaleza nos ha dado, no nos deue ser menos apazible ni menos estimada que la latina, griega y hebrea, a las quales creo no fuesse nuestra lengua algo inferior si nosotros la ensalçassemos y guardassemos y puliessemos con aquella elegançia y ornamento que los griegos y los otros hazen la suya. Harto es enemigo de si quien estima mas la lengua del otro que la suya propia. (29-30)

Años después, en la Gramatica Castellana: Arte breve y compendiosa para saber hablar y escrevir en la lengua castellana congrua y deçentemente(Amberes, 1558), Villalón, de nuevo, intenta salvar su lengua materna desde el menosprecio sufrido en relación a las lenguas clásicas como hebrea, griega y latina. Desde el comienzo del “Prohemio al lector” manifiesta la dignidad del castellano(“pensando muchas vezes en el valor, elegançia y perfeçion de la lengua castellana”, f. A2r) y lamenta por falta de los ingenios españoles que acometiesen la tarea de elevar la lengua vulgar al nivel de estas tres lenguas clásicas que han gozado del privilegio como lengua cultural a pesar de que el castellano tenga suficientes condiciones para acomodarse a la ciencia y literatura(“...la falta no estaua en nuestra lengua pues de su parte y copiosidad tiene todo lo que otra para acomodarsse a aquella regla y orden de genero y pronunçiacion que la quieran dar”, f. A2v).

Al final del “Prohemio” Villalón vuelve a destacar la excelencia del castellano alentando a los lectores a dedicarse a ennoblecer el castellano:

También vemos que la lengua lo mereçe ensi, por su elegançia, eloquençia y copiosidad: que çierto es muy acomodada a buen dezir. Yo ruego a todos aquellos en cuyas manos viniere este muestro trabajo recoja su ingenio y lo vea bien: y con especulacion se pongan a considerar esta nuestra intinçion trabajando todos a corregir y açertar aquello en que yo falté: porque en fin hagamos con nuestra posibilidad del estudio de todos juntos una cosa con que enoblezcamos nuestra lengua y naçion. (f. A4v).

Según Yinduráin, la insistencia de los autores en que ellos son los primeros que hacen tal o cual cosa es tan frecuente en el siglo XVI. Respecto a las causas que provocan estas posturas de los preceptistas del siglo XVI, el eminente hispanista apunta dos: ignorancia del latín de los españoles y orgullo nacional. Por falta de los lectores capaces de leer los libros en latín, estos pierden importancia en el mercado y, a la vez, los españoles se consideran continuadores del Imperio romano por su potencia política internacional. Por estas razones, las obras literarias, en especial, se afirman en el uso de la lengua vulgar(1982, 27-32),.

Pedro Mexía, en el “Prohemio y prefación” de Silva de varia lección(1540), muestra su conciencia de que él es el precursor quien explota un nuevo tipo de escribir en lengua vulgar porque su texto no pertenece a ningún género ya establecido:

Y como en esto, como en lo demás, los ingenios de los hombres son tan varios y cada uno va por diverso camino, siguiendo yo al mío, escogí y hame parescido escrevir este libro assí, por discursos y capítulos de diversos propósitos, sin perseverar ni guardar orden en ellos; y por esto le puse por nombre Silva, porque en las selvas y bosques están las plantas y árboles sin orden ni regla. Y aunque esta manera de escrevir sea nueva en nuestra lengua castellana y creo que yo soy el primero que en ella aya tomado esta invención, en la griega y latina muy grande auctores escrivieron assí, como fueron Ateneo, Vindice Cecilio, Aulo Gelio, Macrobio, y aun en nuestros tiempos, Petro Crinito, Ludovico Celio, Nicolao Leónico y otros algunos. (33-34)

Más adelante, manifiesta su orgullo de la lengua castellana y de su obra, diciendo que el motivo de escribir este texto en lengua materna consiste en mostrar la potencialidad del castellano para el tratamiento de las materias graves y agilizar la lectura fácil de los públicos:

Y pues la lengua castellana no tiene, si bien se considera, por qué renonozca ventaja a otra ningua, no sé por qué no osaremos en ella tomar las invenciones que en las otras y tractar materias grandes, como los ytalianos y otras naciones lo hazen en las suyas, pues no faltan en España agudos y altos ingenios. Por lo qual yo, preciándome tanto de la lengua que aprendí de mis padres como de la que me mostraron preceptores, quise dar estas vigilias a los que no entienden los libros latinos, y ellos principalmente quiero que me agradezcan este trabajo, pues son los más y los que más necesidad y desseo suelen tener de saber estas cosas. Porque yo, cierto, he procurado hablar de materias que no fuessen muy comunes ni anduviessen por el vulgo, o que ellas, de sí, fuessen grandes y provechosas, a lo menos a mi juyzio. (34)

Este intento de convertir el castellano en la lengua estética y literaria llega a su culminación en el pensamiento de Ambrosio de Morales, catedrático de la Universidad de Alcalá y sobrino del gran humanista Fernán Pérez de Oliva. Por medio de su Discurso sobre la lengua castellana(1546), refiriéndose a la lengua materna como la esencia de la vida y la virtud obligatoria de los hombres, justifica el uso por escrito del vernáculo:

Una buena parte de la prudencia en los hombres es saber bien el lenguaje en que nacieron; y el principal ornamento con que el hombre sabio ha de arrear su persona, y en que debe señalarse entre los otros, es en el hablar ordinario, que todos entienden y todos se sirven de él para manifestar lo que sienten, gozando asimismo todo lo que en él se les comunica. Esta es la primera cosa a que el entendimiento se aplica en la vida, y en ella tenemos por maestro a la misma naturaleza, la cual, poco después de nacido el hombre, juntamente con el movimiento del cuerpo a que luego se acostumbra, le muestra también a moverse con el alma y dar señal de ella con hablar en su lenguaje. Pasados algunos años, cuando ya la naturaleza nos ha enseñado lo que basta para formar bien las voces y pronunciar enteramente y sin fealdad las palabras, entonces sucede en su lugar el uso, de quien aprendemos la propiedad de nuestra habla natural. Sobre ésta se funda después la elocuencia y cuidado de bien decir, que aunque es común en todos los lenguajes, cada uno debe ponerlo en el suyo, donde la ventaja será más conocida y estimada, y resultará de ella más provecho en público; al contrario, la falta y el error será notorio, y de todos en general notado, pues no hay casi ninguno que no pueda ser juez para condenarla.
(47-48)

Tras enfatizar la lengua materna como una naturaleza para el hombre y un medio comunicativo imprescindible en la vida social, el catedrático nos muestra diversos ejemplos de los griegos, latinos e italianos quienes manifestaban sus pensamientos profundos mediante sus propias lenguas, y a fin de alcanzar al perfeccionamiento de la lengua materna insiste en el continuo esfuerzo y ejercicio en esta(49). A continuación, lamenta la situación española de que los españoles no prestan atención a cultivar su propia lengua a pesar de que esta tenga toda calidad de elocuencia y elegancia:

No hay ahora hombre docto en Italia que no se ocupe en esclarecer su lengua con escrituras graves y de muchas sustancias, y aprenden el Griego y el Latín para tener llaves con que puedan abrir los tesoros de entrambas y enriquecer su vulgar con tales despojos. Por esto me duelo yo siempre de la mala suerte de nuestra lengua Castellana, que siendo igual con todas las buenas en abundancia, en propiedad, variedad y lindeza, y haciendo en algo de esto a muchas ventajas, por culpa o negligencia de nuestros naturales está tan olvidada y tenida en poco, que ha perdido mucho de su valor. Y aún pudiérase esto sufrir o disimular si no hubiera venido en tanto menosprecio, que basta ser libro escrito en Castellano para no ser tenido en nada. (51-52)

Con respecto a la opinión de algunos intelectuales la cual considera suficiente el conocimiento de la lengua que la naturaleza misma enseña, Morales la señala como un error grave e insiste en el estudio incesante de esta. Además, critica duramente a los que piensan que el esfuerzo y cuidado del bien decir ha de ser solo para el latín. A fin de escapar de esta situación, para el humanista cordobeño, lo más importante es la cultivación y depuración de la lengua materna(53)

La idea más innovadora de Morales, a nuestro juicio, consiste en sugerir una metodología concreta para elevar el castellano hasta el más alto nivel de perfección. Para obtener el ideal estilístico del español, según él, es fundamental la dispositio de las palabras usadas en la sociedad, es decir, la selección y combinación de los materiales ordinarios, y propone a Cicerón como un buen modelo de cultivar la lengua materna:

Las mismas palabras con que Tulio decía una cosa, son las que usaba cualquier ciudadano en Roma; más él con su gran juicio, ayudado del arte y del mucho uso que tenía en el decir, hace que sea muy diferente su habla, no en lo vocablos y propiedades de la lengua Latina, que todos son unos, sino en saberlos escoger y juntarlos con más gracia en el orden y en la composición, en la variedad de las figuras, en el buen aire de las cláusulas, en la conveniente juntura de su parte. en la melodía y dulzura con que suenan las palabras mezcladas blandamente sin aspereza, en la furia con que las unas rompen y entran como por fuerza y con vigor en los oídos y en el ánimo, y en la suavidad con que otras penetran muy sesgas y sosegadas, que parece que no las metieron, sino que ellas sin sentirlo se entraron. (54)

Para el entrenamiento a fin de renovar y dignificar el castellano, Morales pone énfasis en la importancia de las obras de modelo dignas de imitar, puesto que la mala situación actual del castellano, según el catedrático de la Alcalá, ha sido causada por la falta de las reglas y modelos a que seguir:

La causa verdadera de no acertar a decir bien, ni diferenciar lo bien dicho en el Castellano, está principalmente en no aplicarle el arte de la elocuencia, en lo que ella enseña mejorar el habla, no para propiedad, que hasta el uso lo muestra, sino para la elegancia y la fineza, donde no llega el uso y el arte puede mucho suplir el defecto. Junto con esto faltan en nuestra lengua buenos ejemplos del bien hablar en los libros, que es la mayor ayuda que puede haber para perfeccionarse un lenguaje, y donde falta el arte, la imitación con los buenos dechados alcanza mucho. (56)

Tras apuntar este punto débil del castellano, Morales afirma que existe en España un grupo de escritores como Florián de Ocampo, Hernando de Pulgar, Boscán, Garcilaso de la Vega, Alejo de Venegas, Francisco Cervantes de Salazar y Luis de Granada quienes escriben en lengua vulgar sobre los temas profundos y adornados y elogia los méritos de ellos(59-64). Por medio de presentar esta lista de los autores modélicos Morales muestra su esperanza de que los letrados los imiten con diligencia y también su confíanza en la posibilidad de la transformación del castellano en la lengua literaria y elegante que pueda superar el latín.


Ⅴ. A modo de conclusión

En los albores del Renacimiento la lengua castellana reemplazaba al latín en diversos campos del conocimiento y obtenía la hegemonía política que dominaba la vida social de los españoles. Por ende, esto traía la gradual degradación de la lengua latina; mientras que el latín, desde la época de Nebrija, perdía paulatinamente su privilegio a lo largo del primer tercio del siglo XVI, el castellano experimentaba su máxima expansión y, al mismo tiempo, la literatura vernácula en castellano, materia relacionada directamente con la lengua, se difundía de forma impresionante. Esta es la razón por la cual los humanistas españoles tienen conciencia de que empieza una nueva era, de que ellos están abriendo su propio camino en la nueva circunstancia histórica. A pesar de que existían algunos intelectuales que seguian cultivando el latín como Juan Maldonado, esto no cambió la situación. La resistencia a la difusión de la lengua castellana y la defensa del latín como lengua cultural y académica por un grupo de los intelectuales a lo largo de la primera mitad del siglo XVI eran, en algún sentido, una muestra de la obstinación para el mantenimiento de la cultura elitista, basada en el anhelo de retornar a la época áurea del mundo clásico y, a la vez, un movimiento regresivo que no podían reflejar la circunstancia socio-histórica. Por consiguiente, la orientación hacia la literatura nacional en la primera mitad del siglo XVI es un fenómeno natural y lógico, y esto es una de las renovaciones más destacadas que caracterizan la literatura española de este siglo. A este respecto, Kristeller(1979, 251) dice:

We might add that Renaissance poetics, no less than its rhetoric, was applied to the vernacular, and this was only natural. For the vernacular had created new genres of poetry, but no new critical theories comparable to those of antiquity, and as far as vocabulary, grammar, and style are concerned, Italian and the other vernacular languages had to be educated and developed after the model of Latin before they were able to take over all the functions of literary Latin. This can be clearly seen in Dante and Boccaccio, and even more in the writers of the sixteenth century. The view that the humanists tried to abolish the vernacular is plainly wrong. It is refuted by ample evidence, and especially by the vernacular compositions and translations due to the leading humanists themselves.

También lo afirma Yinduráin(1982, 16) en el contexto de España:

La voluntad literaria de escribir en lengua vulgar, de crear en esa lengua y de convertirla en instrumento adecuado para la expresión cultural y artística, situándola al mismo nivel que las lenguas clásicas. Es un aspecto de la renovación renacentista que no contradice, minusvalora ni suplanta el componente clasicista de la literatura del Siglo de Oro, sino que lo complementa, y en determinados casos hace resaltar su presencia al matizar la función que cumple.

En esta nueva escena, en este nuevo mundo, los escritores españoles contemplan y sienten la necesidad de una nueva lengua adecuada a esta situación. Para ellos escribir en latín en la contemporánea es una intrínseca contradicción. En cambio, escribir en lengua común es un proceso de la recuperación de la normalidad. Así pues, poniendo énfasis en la importancia del cambio histórico-social, los escritores españoles justifican el uso de la lengua castellana en todas las áreas para la máxima difusión de sus obras.

Pero, queremos destacar que los intelectuales españoles nos muestran actitudes diferentes con respecto a la calidad de su lengua materna. Al principio del siglo XVI la mayoría de ellos pretendían elevar el castellano al mismo nivel que el latín reconociendo la inferioridad de aquel a este. No obstante, con el transcurso del tiempo, dominaba la opinión de que el castellano no es vulgar por sí mismo sino por la tradición vulgar, por lo cual mediante el ejercicio e imitación de los buenos modelos escritos en castellano podría llegar a ser la lengua científica y literaria como el latín porque es igual o superior a este.; el único defecto del castellano es la falta de los modelos dignos de imitar.

Sin duda alguna, el fervor de renovar la lengua vulgar y elevarla hasta el mismo nivel de expresión y elocuencia del latín por medio de la explotación de una lengua literaria basada en la imitación de las obras de modelo escritas en lengua vernácula no es solo un reflejo de la potencia de España en el mundo y el orgullo nacional, sino también uno de los espectáculos intelectuales más luminosos en el Renacimiento español. El ahínco de buscar las obras de modelo en lengua vulgar pronto combina con la imitación compuesta, nuevo concepto de la imitación renacentista3), y funciona como elemento fundamental para el surgimiento de los diversos tipos de imitación de La Celestina y de Lazarillo de Tormes a lo largo del siglo XVI.

Notes

1) Con respecto a la controversia sobre la imitación a lo largo del Renacimiento, ver Dong-Hee Chung(2015), 289-315.
2) En lo que respecta a la polémica del lenguaje entre los humanistas italianos durante el Renacimiento, ver Gómez Moreno(1994), 109-120.
3) Por lo que se refiere al concepto de la imitación compuesta a lo largo del Renacimiento, ver Dong-Hee Chung(2015), 292-297.

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