Institute of Iberoamerican Studies
[ Article ]
이베로아메리카 - Vol. 23, No. 2, pp.179-208
ISSN: 1229-9111 (Print)
Print publication date 28 Dec 2021
Received 29 Oct 2021 Revised 02 Dec 2021 Accepted 03 Dec 2021
DOI: https://doi.org/10.19058/iberoamerica.2021.12.23.2.179

El Ser Fronterizo como un yo Fracturado en Instrucciones para Cruzar la Frontera de Luis Humberto Crosthwaite

MichelGerardo Gómez**
The Border-being as a Fractured-Self in Instrucciones para Cruzar la Frontera by Luis Humberto Crosthwaite

Luis Humberto Crosthwaite, como testigo del cambio acelerado de Tijuana a partir de los ochenta, ha construido una crónica de la ciudad cimentada en la nostalgia, la fantasía, el lenguaje popular, la música, la crítica a la desigualdad entre ambos lados de la frontera pero, sobre todo, en el humor y la ironía. De entre la galería de personajes que pueblan sus historias tiene un lugar especial el residente común de la frontera. No se trata de un sujeto de paso o recién llegado, sino de quienes han conformado su identidad social y personal a partir de una larga relación cotidiana con la ciudad y el otro lado, que conforma lo que llamaremos el serfronterizo. En este trabajo, dialogamos con el concepto psicoanalítico de personalidad fronteriza o trastorno borderline, que refiere de manera general a sujetos con una profunda fractura entre el yo y el ser, que impulsa a una búsqueda psicótica por conciliar esta división. Además, entablaremos un diálogo interdisciplinario para analizar cómo representa Crosthwaite la fractura de los sujetos fronterizos en algunos de los cuentos de Instrucciones para cruzar la frontera, para señalar la psicosis provocada por las tensiones socioculturales de la vida en una ciudad fronteriza como Tijuana.

Abstract

Luis Humberto Crosthwaite, as a witness to the accelerated changes in Tijuana since the 80´s, has built a chronicle of the city based on nostalgia, fantasy, popular language, music, and criticism of the inequality between both sides of the border, but above all, on humour and irony. Among the gallery of characters that populate his stories, the common resident of the border has a special place. Here we are not talking about the passing person or newcomers, but of those who have shaped their social and personal identity from a long every day relationship with the city and the borderline, which makes up what we will call the border-being. In this work, we dialogue with the psychoanalytic concept of border personality or borderline disorder, which refers in a general way to subjects with a deep fracture between the self and the being, which prompts a psychotic search to reconcile this division. In addition, we will engage in an interdisciplinary dialogue to analyse how Crosthwaite characterises the fracture of the border-subjects in some of the stories of the book Instrucciones para cruzar la frontera, to point out the psychosis caused by the sociocultural tensions of life in a border city like Tijuana.

Keywords:

Border-being, Tijuana, Psicosis, Border USA-Mexico

Ser Fronterizo, Tijuana, Psicosis, Frontera México-EUA

Ⅰ. Introducción

En el imaginario nacional mexicano Tijuana es la frontera con Estados Unidos por excelencia. Evidentemente no es la única, no es la más antigua ni tampoco la que tuvo mayor participación en eventos históricos definitorios del país, como la guerra con Estados Unidos a mediados del siglo XIX, cuando se perdió la mitad del territorio nacional, o en tiempos de la Revolución mexicana, a principios del siglo pasado, cuando estados fronterizos como Sonora o Chihuahua fueron especialmente determinantes para el futuro de lo que vendría a ser el México moderno contemporáneo. Al contrario, sería el México pleno del siglo XX, especialmente de la segunda mitad y lo que va del nuevo milenio, lo que convertiría a la ciudad de Tijuana en el símbolo non plus ultra de la frontera mexicana. Si bien toda frontera tiene inscrito en su ADN una cualidad dual, en mayor o menor grado conflictiva según sea su circunstancia e importancia nacional, binacional y global, en Tijuana poco a poco fueron confluyendo y acumulándose aspectos que no han hecho sino amplificar su naturaleza conflictiva y excéntrica. Desde sus tempranos orígenes como una Sin City al servicio de los vicios de la sociedad estadounidense sujeta por el arnés de la Ley Volstead(1919), que voltearon al sur de la frontera para satisfacer las necesidades lúdicas prohibidas en los Estados Unidos, y la posterior cruzada nacionalista del Presidente Lázaro Cárdenas, que clausuró el tristemente famoso Casino de Agua Caliente(1935) para convertirlo en un complejo de educación pública en un esfuerzo por acercar la ciudad al ideal del México posrevolucionario y alejarlo de la viciosa influencia de la industria de los juegos de azar, el alcohol y la prostitución que florecieron gracias a los ávidos turistas del norte. Cómo es bien sabido, estas circunstancias dieron pie a la llamada leyenda negra de Tijuana, que definía a la ciudad dualmente de manera negativa, por un lado una ciudad pobre y degrada puesta al servicio del rico vecino del norte; y por el otro, una ciudad aculturada(gringuificada) y alejada de las raíces identitarias que sostienen la integridad de la nación. En este sentido, Hugo Santos Gómez, señala que esta imagen y el mito construido a su alrededor perdura hasta nuestros días en amplios sectores de la población a lo largo y ancho del país:

La construcción del mito de Tijuana, su origen histórico y la forma misma en que esa representación fue configurándose a lo largo del tiempo, cobra vigencia en el México de hoy en el que la violencia en las calles y los enfrentamientos entre bandas criminales y entre éstas y las fuerzas de seguridad del Estado, son parte de un discurso y de una representación interesada del país que se empeña en presentarlo como ingobernable y al borde del caos y, claro, necesitado del concurso más amplio de las llamadas fuerzas del orden tanto policíacas como militares. En todo caso, la solidificación de Tijuana como símbolo de degradación social se encuentra siempre en conflicto con otras representaciones, por más que éstas no sean hegemónicas (como la del taxista relatada en las primeras líneas de esta reseña) y sean formuladas —siguiendo a Michel de Certeau— desde los “poco visibles”, pero efectivos espacios de la vida cotidiana(Santos Gómez 2014, 276).1)

El conflicto entre las representaciones de la ciudad al que se refiere Santos Gómez es sin duda una herencia concreta de la leyenda negra y el mito que generó, y que no ha hecho sino crecer en las últimas décadas. La escalada de violencia generada por el crimen organizado, el narco en particular, tanto por luchas internas y por mantener la hegemonía de la plaza ante otros grupos delictivos, como por la desastrosa estrategia de la guerra contra el narcotráfico emprendida en el sexenio de Felipe Calderón, y los espantosos titulares de los diarios con cuerpos calcinados, torturados, colgados de puentes, mutilados y decapitados, a pesar de ser lamentablemente escenarios que se repetían en múltiples lugares del país, al parecer confirmaban especialmente la vocación violenta, delictiva y caótica de Tijuana. Algunos medios, no solo nacionales sino también extranjeros, no dudan en sacar conclusiones que abonan la pervivencia de la leyenda negra. En 2020, el diario Los Ángeles Times afirmaba lo siguiente:

Es el segundo año consecutivo con más de 2,000 homicidios en esta ciudad fronteriza de aproximadamente 1.8 millones de personas, donde los pequeños comerciantes luchan y mueren por el derecho de vender drogas a un mercado local en crecimiento. Tijuana también ha sido durante mucho tiempo el campo de batalla para las organizaciones internacionales de narcotráfico que combaten por controlar las rutas hacia EE.UU(Fry, 9 de enero de 2020).2)

En este escenario no era raro que, como lo comenta Santos Gómez en su reseña, en su primera visita a Tijuana le hiciera preguntas al taxista que mencionaba en la cita anterior:

La espiral de interrogantes con que inundé al amable conductor incluyó la pregunta típica de casi cualquier fuereño que se apersona en Tijuana por primera vez.
—¿Qué tan peligrosa es la ciudad? El taxista reviró mis cuestionamientos con una actitud que bordaba el hartazgo y la condescendencia:
—Tijuana tiene lo que falta en el resto del país: trabajo. Aquí la gente viene a trabajar y trabajo es lo que sobra. Mientras uno no se meta en donde no debe, aquí nadie lo molesta(Santos Gómez 2014, 272).

En un prodigio de síntesis, el taxista señalaba precisamente esa cualidad dual conflictiva que define a Tijuana. Si bien es innegable la violenta presencia que tiene en la ciudad el crimen organizado, por lo que advierte que uno no se meta donde no debe, por otro lado reivindica el lado positivo de Tijuana como una ciudad de oportunidades. “Por varias décadas en la historia reciente, la ciudad de Tijuana, México había sido un lugar de llegada de miles de hombres y mujeres provenientes del interior del país, pues las actividades productivas que se desarrollaron ahí se constituyeron en nichos de oportunidades de empleo para la población migrante”(Acosta, Reyes y Solís 2015, 10). En ambos casos, sin que necesite mencionarlo el taxista, el eje de la violencia del narco y las oportunidades de empleo para los migrantes en Tijuana lo marca la omnipresente e ineludible frontera con Estados Unidos. Sin embargo, el impacto mediático que genera la conflictiva interrelación de estos tres elementos que se suponen esencialmente constitutivos de la ciudad: el crimen, la migración y la frontera, suele en general opacar o esconder los “poco visibles, pero efectivos espacios de la vida cotidiana” que mencionaba Santos Gómez, los cuales le otorgan sentidos complementarios a la ciudad y muestran otros aspectos de su relación como frontera con el otro lado. Aunado al escenario de violencia criminal, el sensacionalismo que han provocado las recientes crisis migratorias debido a las caravanas de miles de centroamericanos y haitianos que han cruzado la extensa geografía de México para alcanzar la meta de la frontera norte, y muy especialmente Tijuana, desde donde solicitan asilo a los Estados Unidos, perpetúan además la imagen de la ciudad como ciudad de paso.3) Aunque parezca obvio, en parte debido al mito histórico de la leyenda negra, como a la mediación tendenciosa de los noticieros y también en parte a que en efecto existen estas dimensiones de la migración flotante y el crimen organizado, poco se piensa, se habla o se escribe sobre la gente de Tijuana, que nació o creció en la ciudad, como el taxista, que vive y se relaciona con la frontera de manera cotidiana, no sin conflictos, ciertamente, pero desde una matriz comunitaria que le da sentido como un sujeto fronterizo que se desmarca del estereotipo del narco o del migrante de paso.

Se trata de esta dimensión cotidiana de la vida de los sujetos fronterizos, atrapados en la dualidad conflictiva que Tijuana representa, la que nos interesa analizar en el volumen de cuentos Instrucciones para cruzar la frontera(2002) de Luis Humberto Crosthwaite(1962), quien como nativo de la ciudad ha sido testigo presencial del cambio acelerado (muchas veces violento) de la ciudad a partir de la década de los ochenta, con el boom de la industria maquiladora y la posterior entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en 1994. Crosthwaite, desde su propia visión y experiencia como sujeto fronterizo, ha construido en sus relatos una crónica de la ciudad cimentada en la nostalgia, la fantasía, el lenguaje popular, la música, la dura crítica a la desigualdad entre los dos lados de la frontera, pero sobre todo, en el humor y la ironía. De entre la variada galería de personajes que pueblan sus historias, en la que podemos encontrar desde los migrantes de paso, los sicarios del narco, los cantantes de corridos, los parias transnacionales, las empleadas de la maquila, entre muchos más, tiene un lugar especial el residente común de la frontera. Se trata, en este sentido, no de un sujeto de paso o recién llegado, sino de quienes han conformado su identidad social e individual a partir de una larga relación cotidiana con la ciudad, la frontera y el otro lado, lo que conforma en ellos lo que aquí llamamos el ser fronterizo.

Desde el inicio, la voz narrativa que abre el volumen con unas “recomendaciones” alude a un ser fronterizo. Más que un narrador o un personaje, se trata de una entidad en convivencia conflictiva con la frontera y el otro lado, quien ha entablado una larga y tortuosa relación que, sin embargo, como toda de amor y odio, realmente no se busca dar por terminada. Aunque parezca que de entrada quiere disuadirnos de entrar en contacto con la frontera: “Piensa en esto: de preferencia no lo hagas. La verdad es que no vale la pena el ajetreo. Te lo dice quien confiesa haber cruzado la frontera unas catorce mil setecientas ochenta y ocho veces durante su vida, por trabajo, por ansiedad o por fastidio”(11)4); inmediatamente después asume que eso quizá sea inevitable, a sabiendas de la imposibilidad de abstraerse de una parte definitoria tanto de la ciudad como de los sujetos que la habitan: “No obstante, si recibes un llamado poderoso —como de sirenas, como de imán— y decides cruzar la frontera, te sugiero tomar en cuenta las siguientes recomendaciones”(11). A continuación, con el estilo irónico que caracteriza al autor tijuanense, se nos presenta un listado de ocho recomendaciones en un tono que linda entre la condescendencia y la honesta preocupación de un experimentado sujeto fronterizo por sus lectores, a quienes asume como novatos en el arte de cruzar la frontera a Estados Unidos, y al mismo tiempo, como un guiño cómplice a quienes sean, al igual que la voz narrativa, veteranos seres fronterizos.

Es fundamental saber que las puertas están custodiadas por dos tipos de guardianes: unos llamados “Aduana” y otros llamados “Migra”. Los primeros se interesan por lo que llevas contigo, que no sea fruta, que no sea droga; ellos suelen ser descorteses porque es parte de su trabajo, pero te dejan pasar algunas veces sin consultar tus documentos, sin mirarte a los ojos, sin pensar en tu vida. Los segundos, en cambio, son seres terribles. Auscultan tu mirada intentando encontrar propósitos ulteriores. Quieren quebrarte, quieren hacerte confesar que buscas trabajo pues apenas te alcanza para mantener a tu familia. Quieren tener el gusto de arrojarte a los leones(12 énfasis nuestro).

El hábil manejo de un humor fino, y a veces incluso negro, respecto a la odisea del cruce al otro lado no evita que Crosthwaite señale y critique la tremenda desigualdad de poder político y económico entre las dos naciones. Sin que lo presente como una tragedia, el fragmento pone en evidencia que quien tiene el poder de quebrar es el agente de la “Migra”, y quien debe estar preparado en todo momento para esta posibilidad, de ahí la importancia de estas recomendaciones, es el sujeto fronterizo del lado sur de la línea divisoria. En una conversación con estudiantes de la Ciudad de México que estaban leyendo una de sus novelas, Crosthwaite comentaba lo siguiente respecto a la relación de los tijuaneneses con la frontera: “Aquí, en esta ciudad, la frontera se vive como algo cotidiano, porque siempre esta ahí el norte. Tan es así, que la frontera se materializa de muchas maneras, desde el muro de lámina que impide el paso y separa territorios, hasta los rutinarios trámites aduanales para pasar al otro lado”(Díaz Arciniega 2011, 174). Aún así, la cotidianidad no significa la anulación de la relación desigual, la frontera le recuerda en todo momento al habitante de Tijuana su posición subalterna, mas no por ello deja de seguir invitándolo al cruce; y el sujeto fronterizo, por su parte, no deja de ir al otro lado a pesar de significar una experiencia dual que une los extremos del deseo y el sufrimiento. En su conversación, Crosthwaite explicaba hasta qué punto esta situación influye en su proceso creativo como ser fronterizo:

En Tijuana escribimos para los mexicanos, pero tenemos la mirada puesta hacia el norte. Es decir, siempre escribimos sobre el antagonismo que provoca la barda de metal de por medio. No hay reconciliación posible, más porque la experiencia del migrante es cotidiana, y esto a todos nos obliga a una comprensión más amplia. Para la totalidad de los migrantes, en este lado de la barda, el deseo de pasar es una ilusión; para muchos, ya del otro lado, todo ese esfuerzo se convierte en tragedia(en Díaz Arciniega 2011, 174).

Entendemos en este sentido que el autor apunta a que la cotidianidad que se vive en Tijuana conlleva una relación de sus habitantes con la frontera que profundiza un conflictivo dualismo en el carácter psicosocial del ser fronterizo. Para analizar la construcción de este sujeto en la narrativa de Crosthwaite y sus peculiaridades, en este trabajo dialogamos con el concepto psicoanalítico de personalidad fronteriza o trastorno borderline, que refiere de manera general a sujetos con una profunda fractura entre el yo y el ser, lo que impulsa a una búsqueda psicótica por conciliar esta división. Sin pretender incidir en el área del psicoanálisis clínico, nos parece por demás pertinente este diálogo interdisciplinario para analizar de qué manera Crosthwaite representa la fractura de los sujetos fronterizos en algunos de los cuentos de Instrucciones para cruzar la frontera como una forma de señalar la psicosis provocada por las tensiones socioculturales que caracterizan la vida en una ciudad fronteriza como Tijuana.


Ⅱ. El ser fronterizo como un yo fracturado

Existen no pocos puntos de encuentro entre el concepto de trastorno borderline o límite de personalidad, según lo trata la psicología clínica, y características que encontramos en la construcción de personajes que lleva a cabo Luis Humberto Crosthwaite en sus relatos. Esta circunstancia nos ha llevado a entablar un diálogo intertextual en el presente análisis con el fin de hacer una interpretación de los sentidos que el autor tijuanense busca proyectar en sus lectores, en especial a partir de una arquitectura verbal singular que representa la vida cotidiana de los habitantes de la frontera y que señala aspectos psicológicos y emocionales que derivan de esta experiencia. Sobre esto comentaba en una entrevista:

[E]l lenguaje debería ser partícipe de la historia, y que de alguna manera debería reflejar los estados de ánimo de los personajes y lo que esta sucediendo (...) Yo lo que hago es crecer, hacer más grande ese aspecto que a mí me resulta tan interesante de la ciudad, una especie de mestizaje. También se dice que Tijuana, por estar en la frontera, está en constante búsqueda de identidad (...) Todos los días se está gestando una identidad fronteriza, que es algo totalmente nuevo y que se viene desarrollando solo en ciudades con estas
características`````````````````````````````````````````````````````````````````````````````````````````````````````````````` (en Arenas Monreal 2005, sin pág.).

Paralelamente, María José Fernández-Guerrero, abordando el origen y desarrollo accidentado e inconcluso del concepto en la psicología clínica del trastorno límite de la personalidad, expone lo siguiente:

La condición borderline sigue en busca de una identidad, como los pacientes a los que acoge bajo su denominación: si estos manifiestan inestabilidad en sus áreas vitales y confusión(difusión) en la identidad, el concepto límite sufre estas mismas características por ser inestable, confuso y con una identidad en entredicho (Fernández-Guerrero 2017, 402).

No obstante, al igual que la literatura de Crosthwaite con sus personajes, anécdotas y escenarios fronterizos, la condición borderline y los individuos que la padecen no surgen y están suspendidos en una esfera creada por la definición clínica o la escritura literaria, sino que tienen su origen y motivaciones en el mundo real, ya que este trastorno, nos dice Fernández-Guerrero, “viene influido por los cambios en el modo de enfermar como respuesta a las transformaciones en que la sociedad actual se ve inmersa”(2017, 400)5). Los personajes de Crosthwaite, por su parte, también proyectan una forma de “enfermarse” del sujeto fronterizo, y aunque en la construcción narrativa se privilegien sus historias e intimidad, queda “lo social como síntoma real y verdadero, el síntoma de la condición de frontera [porque] Tijuana lo es y en grado superlativo”(Díaz Arciniega 2011, 174). Una muestra de esta “excepcionalidad” de Tijuana como frontera se puede constatar en el inmenso número de cruces fronterizos hacia Estados Unidos; por ejemplo, en 2019 se registraron más de 10 millones de cruces peatonales y más de 40 millones vehiculares en el puerto de San Ysidro, la ciudad de California que es frontera inmediata con Tijuana. Pero si las cifras refieren a una característica cuantitativamente excepcional, Hernández Hernández explica que en términos de experiencia de vida para los sujetos fronterizos de Tijuana esto en realidad significa una “cotidianidad[que] transcurre entre el orden y lo incierto, el control y lo clandestino”(2021, 3), es decir, un territorio límite que puede llevar a una fractura de la integridad del ser fronterizo.

Fernández-Guerrero, en su revisión histórica del concepto del trastorno borderline, explica que si bien se le ha considerado como una psicopatología de moda y fue popularizado a partir de 1980 con la publicación del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales(DSM-III), editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, ya en un lejano 1890, Irving C. Rosse presentó una ponencia titulada “Clinical Evidences of Borderland Insanity” en el congreso anual de la American Neurological Association en la ciudad de Filadelfia, donde “habló de pacientes que se movían en una zona crepuscular entre la razón y la desesperación, llamándolos pacientes borderland ” (Fernández-Guerrero 2017, 401). Por otra parte, la autora comenta que en los múltiples acercamientos al padecimiento posteriores al seminal trabajo de Rosse, el término borderline, para referirse a la enfermedad, “constituía una idea territorial; es decir, se refería a cuadros clínicos situados en una tierra limítrofe o fronteriza entre otros cuadros mejor definidos”(2017, 401 énfasis nuestro), como la psicosis o la neurosis. Esa idea territorial o zona crepuscular, que liga el padecimiento a una “tierra limítrofe o fronteriza” ha dado pie a múltiples definiciones, es decir, a una búsqueda de la identidad del trastorno. Es así que al explorar un poco sobre el tema encontramos referencias a conceptos como personalidad fronteriza, síndrome bordeline, ser fronterizo, trastorno límite de personalidad, estructura fronteriza, organización limítrofe de personalidad y otras tantas denominaciones(más de 40 a lo largo de un siglo, señala Fernández-Guerrero)6) que en su mayoría vuelven sobre la noción de un territorio límite o fronterizo en que se debate la personalidad de quienes padecen esta condición psicológica. Al parecer se trata de una imposibilidad, hasta ahora, de definir una identidad concreta del trastorno debido a esa cualidad límite que le imprime múltiples facetas. No resulta extraño pensar, en este sentido, en la multiplicidad de nombres que han recibido los habitantes de las borderlands, todos ellos igualmente influidos por pertenecer a un espacio límite como es la frontera. Desde los braceros y los espaldas mojadas, referido a los trabajadores migrantes, legales e ilegales de mediados del siglo XX, pasando por el término chicanos, que señalaba a los que se habían establecido del otro lado con cierta permanencia o incluso nacido allá, quienes sufrían discriminación porque para la sociedad estadounidense pertenecían cultural y étnicamente(racialmente) al extremo sur de la frontera; otros nombres con cierto ingenio popular como el de pollos, que alude al salto del otrora simple cerco alambrado de la línea, y su complemento pollero o coyote, que sería quien ayuda a cruzar a los pollos; hay algunos más que por su parte han servido para señalar despectivamente, esta vez desde la sociedad mexicana, a migrantes pobres que cruzaron con éxito, a estos se les ha llamado pochos o rodinos (por la Ley Simpson-Rodino que en los ochenta ofreció amnistía a trabajadores del campo). Aunque algunos de estos términos han caído en desuso, todos comparten la cualidad de estar influidos por su contacto con el límite territorial entre los dos países, lo que los convierte en seres fronterizos con una identidad en muchos sentidos conflictiva, dinámica y algunas veces incluso psicótica.

Resulta muy ilustrativo que Crosthwaite utilice en un relato de Instrucciones para cruzar la frontera, titulado “La silla vacía”, una estructura discursiva dialógica que remite, sin especificarlo directamente, a una sesión de terapia psicoanalítica. El “paciente”, denominado simplemente ZZZ, responde a las preguntas y comentarios con los cuales su “terapeuta”, AAA, va dirigiendo el proceso para que el conflicto o trauma salga a la superficie.

AAA: ¿De qué estábamos hablando?
ZZZ: De lo mismo, de mí.
AAA: Bien. Me estabas diciendo que...
ZZZ: ...que la vida me presiona, que siento una barrera, una Frontera que me delimita.
AAA: Bien. Háblame de esa Frontera (82).

Conforma avanza el relato, van apareciendo algunos de los síntomas que el Manual diagnóstico (DSM-III) señala como parte del trastorno borderline entre los que se encuentran a) esfuerzos frenéticos para evadir lo real o lo abandonado; b) patrones de relaciones interpersonales inestables e intensas y oscilación extrema entre idealización y devaluación; c) una perturbación de identidad muy marcada y persistente. Sintomáticamente, al inicio del relato, ZZZ comienza evadiéndose:

AAA: ¿Qué ves ahí?
ZZZ: Nada.
AAA: ¿Qué ves?
ZZZ: Te digo que nada.
AAA: Haz un esfuerzo.
ZZZ: No veo nada.
AAA: ¿Ya vas a empezar?
ZZZ: ¿Con qué?
AAA: Con el rechazo.
ZZZ: No.
AAA: Con la negación.
ZZZ: N...
AAA: ...
ZZZ: Es que no puedo. Ahora no puedo (81).

Más adelante, manejando hábilmente la estructura discursiva terapéutica con la que ha construido su relato, Crosthwaite nos acerca a uno de los momentos catárticos cuando ZZZ entra en un monólogo interior en el que interpela directamente a la frontera, objeto de su trastorno:

ZZZ: Ya lo sabes. Te conozco desde hace años, desde la infancia. Tengo una memoria vaga de nosotros jugando en el jardín de mi casa. Yo era un niño solitario. Tú eras una Frontera solitaria. En ese tiempo eras mi Frontera favorita, no conocía a otra. Le hablaba a mi mamá de ti y ella pensaba que eran fantasías de niños. […] Entonces yo necesité libertad, requerí espacios más amplios para desenvolverme. (Siempre he necesitado libertad. Autonomía.) Ahí fue cuando sentí por primera vez tu autoridad. Y traté de rebelarme. En vano. Salí de la escuela, busqué trabajo, traté de hacer una vida normal. Procuré enamorarme de una mujer, una de las secretarias de la oficina donde trabajaba. ¿Me dejarías enamorarme, me permitirías besarla? Por supuesto que no. Eras una Frontera inflexible y por más que te insistiera no lograba que me soltaras, no podía ir más allá del perímetro que marcabas a mi alrededor. Pensé que eras mi amiga, pero querías de mí algo más que amistad. Me restringías. No me permitiste amar a esa mujer, ni a ninguna otra(83-84).

La introyección a la que accede ZZZ le permite señalar expresamente a la frontera como su objeto de deseo al mismo tiempo que como causante de su frustración y disfuncionalidad social y emotiva. Es decir, para Crosthwaite definitivamente el contacto prolongado y cotidiano que tienen los sujetos fronterizos con esa zona limítrofe, en este caso desde la niñez, puede producir una condición de tipo psicótico que algunos fronterizos no pueden solventar emocionalmente, a tal grado que llegan a permanecer ligados patológicamente a la imagen de la frontera como objeto máximo de deseo, anulando las posibilidades de construir otras relaciones interpersonales significativas. Esto produce, según el Manual Diagnóstico (DSM-V), “un patrón continuo de inestabilidad en las relaciones interpersonales, auto-imagen y en los afectos, así como impulsividad muy notoria. Comienza en la adultez temprana y está presente en una variedad de contextos” (Keoseyan 2017, sin pág.). En un giro por demás interesante, Crosthwaite profundiza el modelo psicoanalítico en su narración y hace que su protagonista elabore verbalmente una proyección de la frontera para escuchar a la “otra parte” inmiscuida en el conflicto que está tratando el terapeuta. Entonces leemos (escuchamos) lo que la Frontera tiene que decir al respecto:

AAA: Me interesa tu punto de vista.
FNT: ¿Por qué?
AAA: Creo que tienes mucho que decir.
FNT: Puede ser. Pero, ¿qué me gano con decirlo?
AAA: ¿No tienes deseos de que alguien te escuche?
FNT: A mí nadie me escucha.
AAA: Ahora tienes la oportunidad de hablar.
FNT: …
[…]
FNT: Me refiero a lo nuestro, a nuestra relación nuestra interdependencia. No hay Frontera si no existe la necesidad de cruzar. Existen los cercos para mantener afuera lo que no se desea adentro, cierto; pero esas barreras no tendrían razón de ser, un sentido, si alguien no intentara cruzarlas. O sea, el límite prevalece porque hay quien desea traspasarlo. Toda Frontera existe solo en la imaginación del que desea franquearla. Es un invento del que vive enfrentándose a ella. Un binomio perfecto (86-87).

Esta condición de interdependencia proyectada por el paciente ficcional en su frontera, tiene eco en lo que los especialistas señalaban acerca del trastorno borderline, argumentando que este tiene una innegable repercusión social. A su vez, la sociedad incide sobre él. Los malestares culturales, las vicisitudes y avatares de la vida corriente, pueden contribuir a la aparición del fenómeno y su distribución (Stingo, Zazzi, Avigo y Gatti, 2009 sin paginación). En este sentido, Crosthwaite ha sido reconocido desde sus primeras obras como un escritor que ha explorado “situaciones y problemáticas propias de la llamada cultura-mundo, tales como la soledad, la locura, la marginación, la corrupción, la construcción, el choque cultural y los conflictos identitarios” (Torres Mojica 2015, 105). En la narrativa del autor tijuanense, estas problemáticas están definitoriamente enraizadas en la relación conflictiva de los habitantes de la región con la frontera, relación de interdependencia de la que el mismo Crosthwaite concluye que “no hay reconciliación posible” pero tampoco un rompimiento final, porque el sujeto fronterizo, después de todo, está ligado en todo momento a la omnipresente frontera a lo largo de su vida como habitante de la ciudad.

En otro relato del volumen, titulado “El largo camino a la ciudadanía”, Crosthwaite representa de manera irónica y al mismo tiempo trágica la fractura del ser que algunos fronterizos no logran conciliar a pesar de haber logrado un status migratorio legal del otro lado. Lo que supondría un sueño realizado, el de ser un mexicano de la frontera que alcanza la ciudadanía estadounidense a partir de mucho esfuerzo, paciencia y no poca angustia, conforme avanza el relato se va revelando que incluso al alcanzar la añorada meta de ser “americano” con todas las de la ley, el ser fronterizo vive en una perpetua división identitaria.

Para Crosthwaite el origen de esta fractura del ser está en el contacto mismo con la frontera, en especial por el deseo que promueve a partir de los significados que promete, la movilidad económica y el orden social del lado norte que aleja del caos y la miseria perene del lado sur de la línea:

Desde niño adora todo lo relativo a Estados Unidos de América, considera que es el mejor lugar del universo. No se puede decir que sus padres le hayan inculcado este amor al país vecino, más bien es una circunstancia que se apoderó de él sin una explicación clara, una situación normal y cotidiana. […] Desde muy temprana edad descubre que es mexicano, lo cual considera un gran inconveniente. Se reúne con otros que piensan igual que él. Busca cualquier pretexto para cruzar la frontera. En el norte se siente mejor, más libre. Atraviesa los centros comerciales. Maldice su destino(26 énfasis nuestro).

Es evidente en el fragmento cómo Crosthwaite representa a su protagonista(anónimo) como un ejemplo de tantos habitantes de Tijuana que viven su vida como seres divididos existencialmente por la frontera. Esta condición límite en la personalidad del personaje se va desarrollando conforme tiene conciencia del espacio en que le toca vivir. Desde niño aprende que no es cualquier frontera sino esta línea que divide Estados Unidos y México, es decir, en un segundo nivel de lectura el texto aparece la crítica de Crosthwaite acerca de la patente desigualdad entre los dos países y el efecto que provoca en los sujetos fronterizos: el deseo y la frustración. El narrador deja en claro que su personaje “Quiere ser ‘emigrado’ porque sabe que es un paso preliminar para llegar a la ciudadanía. […] Se resigna. Termina por conformarse con su mexicanidad. Se dice: ser mexicano no es malo, pero ser U.S. citizen es mejor”(26 énfasis nuestro).

En su análisis de la condición fronteriza, el psicoanalista uruguayo Héctor Garbarino argumenta que el ser fronterizo está dividido conflictivamente entre el narcisismo del yo y el narcisismo del ser. Mientras que el primero busca la cohesión e integración del yo, el segundo anhela la unión con el todo, lo que provoca una fractura sin resolución en el sujeto:

Los intereses de ambos narcisismos son, por consiguiente, opuestos, y el conflicto es la consecuencia de que estos pacientes no pueden abandonar ni uno ni otro. Así, por ejemplo, una paciente se sentía dividida en dos mitades; mientras una mitad quería vivir lo maravilloso y eterno de la existencia, situándose en un tiempo y espacio no cotidianos, la otra mitad la humillaba y le decía que era un desastre y todo lo hacía mal. Es decir que mientras una mitad estaba en función del narcisismo del ser, la otra en función del narcisismo yoico sentía la censura superyoica que disminuía su autoestima(Garbarino 1993, sin pág.).

Aplicando el modelo de análisis que propone Garbarino a nuestro relato veríamos que mientras el narcisismo del ser del personaje piensa que Estados Unidos es el mejor lugar del Universo, y anhela formar parte de ese todo maravilloso –quiere ser emigrado para luego lograr la ciudadanía porque ser “U.S. citizen es mejor”–, evadiéndose de su tiempo cotidiano atravesando los centros comerciales del norte donde se siente libre, por su lado el narcisismo de su yo lo humilla constantemente porque no puede evitar la penosa circunstancia de su mexicanidad a la que se resigna frustrado.

Pero Crosthwaite señala en “El largo camino a la ciudadanía” que sí hay un camino a la migración legal a Estados Unidos, ciertamente, largo y tortuoso, pero no imposible. Entonces podemos ver como su protagonista, luego de mucho tiempo y esfuerzo, finalmente accede a la ciudadanía permanente del otro lado de la frontera: “El día que recibe sus papeles de emigración y puede ver su fotografía radiante en la green card, se siente el hombre más feliz del mundo[…] Comprende que no podrá ocupar el mismo puesto que le ofrecía su profesión en su tierra natal. Ahora tiene que ser auxiliar, personaje secundario”(28 énfasis nuestro). Esa última aclaración que desliza el narrador será clave para entender por qué, al final del cuento, no sucede realmente la unión con el todo que el narcisismo del ser ansía, a pesar de haber logrado su residencia legal en Estados Unidos. Como explicaba Garbarino, se trata de una imposibilidad porque el narcisismo del yo volverá a echar por tierra esa ilusión. En el cuento, el personaje es simbólicamente humillado por su yo “cuando al fin consigue un trabajo en una oficina[y] descubre que existe el mismo número de mexicanos, filipinos y coreanos. Es un asunto de estadística. A los patrones les hacía falta un ‘hispano’”(29). Con un poco de ironía cruel, Crosthwaite cierra el relato del migrante exitoso en una escena que linda en lo patético: “cuando está solo, el citizen pone sus viejos discos de Pedro Infante. Las canciones que le recuerdan a su padre”(29) quien, por cierto, nunca quiso ser un U.S. citizen y se quedó del lado sur de la frontera. La sutil crítica de Crosthwaite está también plasmada en la estructura con la que construye el relato, se trata de pequeños fragmentos de la vida de su protagonista que van del 1 al 10 y de ahí descienden hasta el 1 nuevamente, con el que cierra el cuento. Estos mini capítulos muestran un lúcido resumen del drama(circular) del ser fronterizo, desde el inicio de su padecimiento boderline, cuando tiene conciencia de la división en la que se encuentra siendo mexicano; pasando por el grado máximo de ilusión con la idea de poder conciliar sus narcisismos del ser y del yo al emigrar; cerrando con el consiguiente triunfo del yo que lo regresa a su estado original, el del yo mexicano fronterizo, pero ya en un estado fracturado por la nostalgia.

En los dos relatos analizados arriba hemos visto de qué manera Crosthwaite construye unos personajes que luchan cotidianamente con la fragmentación de su yo, a partir de la terapia psicológica o dejándose sobrecoger por la nostalgia, para sobrellevar el conflicto de los mundos opuestos que la línea fronteriza simboliza y que constantemente los pone en riesgo de la desintegración existencial. En un tercer cuento, titulado “La fila”, el autor tijuanense da un paso más y nos presenta a otro personaje, anónimo también, que al alcanzar el límite territorial de la frontera llega simultáneamente al límite de la psicosis y colapsa.

En este relato, el autor nos sitúa anecdótica y emocionalmente en la atmósfera opresiva del embotellamiento vehicular propio del cruce en carro a Estados Unidos desde Tijuana. En un momento dado, y gracias a las certeras descripciones del personaje, sabemos que una vez dentro del laberinto no hay vuelta atrás, solo se puede continuar, cuando la fila avance, hacia la puerta que junto a la promesa de ceder el paso al otro país esconde siempre la amenaza del rechazo.

Los pasajeros de este viaje de cartonería –porque en realidad se trata de una risible distancia que por el efecto fantasmagórico parece eterna–, inmersos en una dinámica darwiniana del más fuerte y apto para avanzar sobre los demás, cueste lo que cueste, desvelan otra característica de esta “selección natural” de todos los días: se llega al otro lado merced a la violencia que genera la competencia por avanzar hacia la línea del cruce. Cuando llega finalmente a la caseta de inspección migratoria la experiencia lo ha desintegrado, el protagonista al parecer se derrumba, su razón parece claudicar en el momento final y, quizá como un recurso límite de náufrago, recurre al sueño(o a la locura) para salir, ya no del país, sino de la asfixiante atmósfera de la fila:

El guardián es rubio, tiene los ojos verdes.
–Where are you going? –me pregunta.
Espera.
Antes de cruzar la frontera mira a tu alrededor.
Mira sus ojos, asómate adentro de ellos. Ahí encontrarás un amanecer sin ruidos y una casa junto al mar. Si te acercas, por una de las ventanas podrás ver el interior de esa casa. ¿Alcanzas a verme? Estoy despertando. Me levanto de la cama, bebo una taza de café y aspiro profundamente el día. Me asomo por la ventana y contemplo el mar, las olas acercándose/alejándose sobre la arena. Voy a caminar por la playa, dejaré que el agua espumosa toque mis pies. Sonreiré. Me sentiré. Me sentaré y la brisa cubrirá mi cuerpo.
–What are you bringing from Mexico? –me pregunta el guardián. No sé qué decirle. Sus ojos verdes. No sé–. Can you hear me?(22-23).

Cuando se ve a sí mismo en la proyección de los ojos verdes del agente migratorio, la amenaza del espectro de la otredad –étnica y lingüística– que puede excluir y humillar debido a la asimetría de poder en que está basado ese contacto, el personaje comprende el momento de peligro que es el cruce desde su condición borderline. Por un lado, siguiendo las ideas de Garbarino, el narcisismo del ser del personaje, en su anhelo por fundirse con un todo maravilloso que supone está del otro lado de la frontera, lo que le ha dado la “fortaleza” para sobrevivir a la lucha por alcanzar la línea frente a los demás carros, al alcanzarla, se confronta con el narcisismo del yo que le recuerda que en realidad no pertenece, ni pertenecerá a ese mundo. Esto lo señala muy sutilmente Crosthwaite con el guardián de ojos verdes hablándole al personaje en inglés. En lo que pareciera un intento desesperado por conciliar los dos narcisismos de su ser en esa imagen fantasmagórica de ensueño y tranquilidad, el protagonista en realidad es orillado a la locura debido, cómo lo señala Garbarino, a la imposibilidad de conciliación propia del síndrome boderline. En este sentido, a lo largo del relato, y especialmente en su conclusión, Crosthwaite vuelve a señalar que “la frontera, vista desde el lado mexicano, no es metafórica, juguetona o permeable [...] Experimentada desde el lado mexicano es un lugar de miedo, ansiedad y deseo”(Palaversich 2005, 181)7).


Ⅲ. Conclusiones

En estos relatos, Crosthwaite supera la tan conocida imagen de la frontera como un obstáculo material al cruce físico de las personas desde el sur hacia al soñado norte, como en las crónicas periodísticas que muestran las dramáticas caravanas de centroamericanos y hatianos que se aglomeran junto al muro metálico en la espera de recibir asilo estadounidense. Tampoco vemos aquí al clásico migrante mexicano que viene de zonas rurales del devastado interior de México, quienes no tiene otra opción más que intentar el cruce ilegalmente por zonas de riesgo como el desierto o los ríos. En este caso, Crosthwaite, al construir sus personajes fronterizos, nacidos o residentes por largo tiempo en Tijuana, intenta mostrar que el cruce legal es algo por demás accesible y cotidiano. Además, en sus tramas incluso podemos ver cómo el camino al “sueño americano” no está cerrado por completo para muchos de los habitantes de Tijuana y que, con tiempo y esfuerzo, pueden transitar hacia el norte de la línea. Lo que Crosthwaite señala, de manera sutil y no por eso menos contundente, es que precisamente es esta cotidianidad con el límite territorial entre Estados Unidos y México la que produce la fractura del ser fronterizo y su consiguiente condición borderline, debatido en todo momento entre el deseo y la ilusión de pertenecer al mundo que se sueña al lado norte del muro y la frustración de pertenecer esencialmente al lado sur. Así, Crosthwaite cimienta una crítica profunda que subyace a la trama de sus relatos y a la psicopatología de sus personajes que no logran conciliar esta división entre el ser y el yo, apuntando claramente a la desigualdad económica y política, la discriminación y la violencia, el deseo y la ansiedad, la nostalgia y la fragilidad identitaria, entre muchas otras experiencias límite que genera la profunda asimetría entre los dos lados de esta frontera en la que, a pesar de todo lo anterior, viven y sobreviven cotidianamente los tijuanenses aunque, cómo nos advierte Crosthwaite, jugándose su integridad y la razón en el esfuerzo de cada día.

Acknowledgments

This work was supported by the Ministry of Education of the Republic of Korea and the National Research Foundation of Korea(NRF-2018S1A6A3A02081030).

Notes

1) La cita es parte de la reseña de Santos Gómez sobre el libro Tijuana la horrible: Entre la historia y el mito(2003), del antropólogo Humberto Félix Berumen, referencia ineludible para entender a fondo la creación y perpetuación del mito de Tijuana como la Babilonia de la frontera.
2) El titular de la nota es por demás tajante: “Pese a una caída en los homicidios, Tijuana sigue siendo la ciudad más sangrienta de México, y la culpa es de la violencia del narco”.
3) En marzo de 2021, un periódico local publicaba la siguiente nota: “Siguen haitianos varados en Tijuana”. Han transcurrido casi cinco años desde que en mayo de 2016 se dio en Tijuana la llegada de migrantes haitianos, y hasta la fecha muchos de ellos siguen sin regularizar su situación migratoria en el país (…) Desde hace casi tres semanas que un grupo de haitianos se incorporó al campamento de El Chaparral, pero de acuerdo a Metelus, esto fue más por desesperación, que por tener confianza en ser admitidos por el Gobierno de Estados Unidos. El activista aseguró que para los haitianos es más viable que permanezcan en esta frontera, antes de emprender una nueva aventura migratoria hacia el vecino país(El Sol de Tijuana).
4) Todas las citas provienen de la edición electrónica de libre distribución creada por el autor a la que llama “Edición de cuarentena”(2020) en la que ha agregado el texto misceláneo titulado “Misa fronteriza”, ligas a videos en internet sobre representaciones teatrales de ese texto y una última sección llamada “Iconografía fronteriza” con algunas fotografías de Tijuana, en especial donde aparece la línea fronteriza con Estados Unidos.
5) Si bien estamos tratando la excepcionalidad fronteriza de una ciudad como Tijuana, en realidad sus particularidades hacen eco de una tendencia global que tiene como signo el fortalecer las fronteras del Norte Global contra la migración del Sur. De ahí el éxito del slogan republicano “Make America Great Again, con el que Trump y sus seguidores se ilusionaban con regresar a la edad de oro de ese sueño americano a partir de la contención y expulsión de los espectros de la migración mexicana –y de paso musulmana– que les angustian. Del lado mexicano(latinoamericano), la ilusión de acceder aunque sea mínimamente a ese sueño americano significa para la mayoría escapar de los espectros de la pobreza extrema, la corrupción, la violencia indiscriminada y la marginalización socioeconómica estructural de su país. De tal manera que para ambos lados de esta polarización mundial, la frontera proyecta, al mismo tiempo, angustia y seducción, el infierno y el paraíso, la condena y la salvación, el problema que tiene en sí mismo el germen de su resolución, lo que no significa en lo absoluto la desaparición de la asimetría de poder entre ambas comunidades globales, sino al contrario, su agudizamiento”(Gómez Michel, 2018: 1033).
6) Para una revisión histórica del origen y desarrollo de estos conceptos véase: Fernández-Guerrero, 2017; Keoseyan, 2017; Fossa Arcila, 2010; Stingo, Zazzi, Avigo y Gatti, 2009; entre otros.
7) Este cuento lo habíamos analizado en otra ocasión, junto a otros, con referencia a la frontera como una especie de fantasmagoría que produce miedo y seducción al mismo tiempo, como una pantalla de imágenes que ven los habitantes de los dos lados de la frontera(Gómez Michel 2018). Para el caso de el presente ensayo nos enfocamos en el efecto que produce en el protagonista de Tijuana y cómo eso incide en el comportamiento borderline.

Bibliografía

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